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En el transcurso de estos dos años, el Presidente se ha convertido en un Dios, ya no escucha a nadie. Irresponsable confesión.

Morena se encuentra en el proceso de reinventarse como partido político, nunca lo ha sido. Bajo el auspicio de su creador y ahora presidente de México la incipiente organización política era un club de fans que obtuvo su registro para facilitar su candidatura presidencial sin tener que soportar las engorrosas negociaciones con las burocracias de partido sobre todo del PRD. Mucho tiempo vivieron a sus costillas, pero “se les acabó quien les surtía su tiendita”.

Ante la imposibilidad de formar cuadros políticos con preparación ideológica y un mínimo de capacidad intelectual, el partido del presidente postuló a muchos ciudadanos que sin la menor experiencia se aventuraron en “la política”. Además de reciclar a políticos “profesionales” de diversas facciones y personalidades múltiples. Así fue como el ascenso al poder de Andrés Manuel López Obrador coincidió con el desasosiego del pueblo de México que lleno de hartazgo, se arrojó a los brazos de cualquiera que le ofreció un mínimo de respeto y comprensión por el abuso sistémico que padecía décadas atrás.

No ha pasado mucho de la cuarta transformación en lo que va del sexenio, la curva de aprendizaje y ahora la pandemia han interrumpido de forma muy afortunada la exigencia de resultados concretos a las promesas vertidas durante el proceso electoral. Como confesó el jefe del ejecutivo, esta pandemia le vino como anillo al dedo. 

En ocasiones se sabe más del personaje por sus breves reflexiones que por sus tediosas y agotadoras conferencias mañaneras de prensa. Al presidente Andrés no le preocupa que la elección intermedia se le pueda complicar, ni el mismo imaginó que la oposición sería tan dócil e incompetente. A López Obrador solo le quita el sueño la sucesión del 2024, se le puede salir de las manos si no logra consolidar a Morena como un partido político menos indisciplinado. No vaya a ser que dentro de tres años el candidato presidencial sea seleccionado por la tómbola. Que no estaría mal, sería una democracia eminentemente ateniense.

Después de muchos tropiezos y penosos incidentes violentos en sus intentos por preparar una agenda política que permitiese elegir por la voluntad de las bases al dirigente nacional de Morena, todo terminó en un fiasco. Vino a corregir la plana el tribunal electoral del poder judicial federal y ordenó al instituto nacional electoral que realice la elección del presidente del partido mayoritario en México. Además de penoso es algo cómico, la opción política que avasalló en las urnas a todos los partidos en el pasado proceso electoral, es incapaz de elegir a su propia dirigencia.

Hay que agregar como obstáculo mayor que no existe un padrón reconocido, es prácticamente imposible hacer una consulta a militantes de Morena, tendrá que ser a simpatizantes. Afortunadamente, los estatutos prevén como mecanismo de elección la encuesta. Ahora solo le resta al INE encontrar el procedimiento adecuado para reducir la lista de nombres a participar en el sondeo, porque realizar una llamada telefónica enumerando 71 personas que fueron registrados como candidatos a presidente y secretario general es impráctico y estúpido.

Todo parece indicar que el coordinador de la bancada morenista en el congreso de la unión será el ungido, Mario Delgado Carrillo es una de las figuras más relevantes de la llamada cuarta transformación, con un perfil diligente y no tan pernicioso como el senador Ricardo Monreal Ávila quien promueve abiertamente al politólogo Alejandro Rojas Díaz Durán. Además de Yeidckol Polevnsky Gurwitz y Porfirio Muñoz Ledo la encuesta podría hacerse en un día y si acaso con un nombre más, el del intelectual orgánico más capaz que ha producido el régimen, Gibrán Ramírez Reyes.

Todos los aspirantes guardan una completa admiración al presidente y el fanatismo por la cuarta transformación de México. Las propuestas son muchas y muy inteligentes, como el candidato Díaz Duràn que sugirió la posibilidad de re bautizar al estado de Tabasco con los apellidos del presidente López Obrador. ¡Habrase visto!

Para no quedarse atrás, el candidato Mario Delgado propone crear los comités de defensa de la cuarta transformación. Ya solo falta traer operadores cubanos para que nos enseñen línea de masas y marxismo. Pero se comprende, la falta de estructura social, real, eficaz y organizada es algo que preocupa a los dirigentes políticos. 

Tal vez no comprenden que al presidente le interesa que así se mantenga, el día que exista un partido con estructuras de poder muy definidas, él ya no será tan indispensable y posiblemente le pase lo que a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano cuando las tribus perredistas lo guardaron en un desván y lo sacaban solo para celebraciones y eventos.

En fin, la elección llama la atención porque de ella emergerá el grupo político dominante para la sucesión presidencial, el nuevo dirigente tendrá la responsabilidad de constituir la base política del relevo en el poder. Los gobernadores electos en 2021 son importantes para sustentar el predominio y consumar la “transformación de México”. A ver si por fin alguien no explica en qué consiste eso de la cuatroté.

@gandhiantipatro 

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