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Ecuanimidad, s. Disposición de soportar ofensas con humilde compostura, mientras se madura un plan de venganza Ambrose Bierce. Diccionario del Diablo.

San Luis Capital

Lejos quedaron los días aciagos de burla y agravio, José Fernando Martín Faz Mora recién adquirió con el cargo de consejero nacional del Instituto Nacional Electoral muchos amigos, algunos de ellos, viejos adversarios que se empeñaron en obstaculizar la lucha que desde la sociedad civil mantuvo estoicamente a lo largo de su vida. No es fácil mantener a salvo los principios y la dignidad en un país donde el sistema de corrupción está presente en la psique colectiva. Se acepta como algo inherente a la naturaleza del mexicano.

El ciudadano promedio está sometido a la costumbre, percibe el abuso de poder como algo natural. Las instituciones públicas, incluso las “ciudadanizadas” como las comisiones de derechos humanos; transparencia y los organismos electorales, no están ajenas a la manipulación que desde los partidos políticos se ejerce con una violencia sistémica y atroz. No dejan pasar a nadie, solo aquellos y aquellas que emergen de sus círculos de amistad o familiares, después se justifican alegando el derecho inalienable de cualquier ciudadano o ciudadana a competir por determinado cargo público, aunque guarde relación con algún político de turno, ya sea de parentesco, político o carnal.

Así es como organismos que deberían garantizar un ejercicio pleno de sus facultades, se ven sesgados, son entes inútiles, entelequias. Se dice que las instituciones no fallan, solo los hombres y las mujeres que las dirigen. Desde que se le arrebató al Congreso del Estado de San Luis Potosí la facultad de nombrar a los integrantes del Consejo Estatal Electoral y de Participación Ciudadana (CEEPAC) por lo menos sabemos que quienes resultan electos aprobaron un examen de conocimientos que aplica el Ceneval. Antaño, en los funestos días del famoso “proyectito”, cuando Rodolfo Aguilar Gallegos tuvo aquel traspié verbal que daría mote a su periodo como presidente del instituto electoral, la mayoría de los consejeros electorales no tenían la más mínima idea de cuál era su función y la trascendencia de sus actos y omisiones.

Vale la pena recordar que en ese lapsus brutus de “don marcelo” se logró colar este personaje rapaz de mirada evasiva y frases cortas. En plena entrevista “banquetera”, el apocado personaje que habría arribado de forma muy irregular como tercer integrante de una incipiente comisión estatal de acceso a la información. No tuvo empacho en abandonar el cargo para brincar a la presidencia del ceepac, incluso se dio el lujo de hacer enfurecer al gobernador panista Marcelo De Los Santos Fraga, el apocado personaje se burló de todos, incluido el jefe del ejecutivo.

En esos tiempos estaba muy en boga el tema, el nuevo milenio comenzaba con cierto entusiasmo por transparentar todo, desde los procesos de licitación hasta los posibles conflictos de interés en cualquier entidad pública. Prevalece hasta nuestros días el ánimo garantista, convencer al ciudadano común de que los mecanismos de ejecución del gasto resulta una prioridad de cualquier gobierno, así se han creado sendas estructuras burocráticas que operan como agencias de empleos para familiares o gentiles colaboradores del grupo en el poder.

La lógica del sistema es perpetuar el privilegio. En México, después de una larga  senda democrática, plagada de fraudes electorales y abuso de poder, los políticos añoran la legitimidad que concede el árbitro electoral, pero no es fácil recuperarse, la crisis de la partidocracia está por tocar fondo. El sistema se sostiene porque no hay movimientos emergentes desde la sociedad civil. Los más auténticos y que florecieron décadas atrás fueron fagocitados por el sistema político mexicano. Hasta las organizaciones no gubernamentales terminaron por convertirse en subsidiarias del gobierno y ahora se dedican alimentar al monstruo burocrático de encuestas, evaluaciones y políticas públicas.

Martín Faz llegó al ceepac hace años, a fuerza de insistir y recurrir a un juicio de protección de los derechos de los ciudadanos, las inconsistencias de un proceso viciado en el congreso del estado le abrió la puerta a él y los que lo siguieron. Sería la última vez que los codiciosos diputados locales intentaron manipular y seleccionar de entres sus cuates a el árbitro electoral. Ahora se requiere un examen de conocimientos, presentar un ensayo y defender su tesis en una breve exposición. No significa que se haya extinguido la posibilidad de favorecer algún preferido, en este país siempre habrá quien le meta el pie a otro para pasar primero, pero ahora por lo menos todos pasan por el tamiz de la evaluación.

Martín se registró en un proceso que para muchos estaba fuera de su alcance, tal vez lo consideraban iluso, él fue el único que creyó posible ser consejero nacional de INE. Ajeno tal vez a las intrigas de la política nacional, le favoreció la circunstancia de una comisión evaluadora que colocó 20 nombres de mujeres y hombres en cuatro quintetas. La denuncia de uno de los integrantes de la comisión levantó ámpulas y alentó a una fracción de diputados federales de Morena que amagaron con paralizar y reponer el proceso. Ya no había tiempo, las reglas estaban escritas en piedra, si el congreso de la unión no votaba o no se obtenía la mayoría calificada, las quintetas se irían a la suprema corte para que fuera la diosa fortuna quien decidiera el destino de los hombres y mujeres.

En el “barajear” de los nombres comenzaron a existir coincidencias, actores políticos y personajes diversos vieron en el perfil, la lectura de su ensayo y hasta en la franqueza de sus palabras, una opción menos conservadora y por añadidura, la menos mala. Martín Faz es un ciudadano común que podría hacer cosas extraordinarias, solo es cuestión de conservar los valores que lo acompañaron siempre por los sinuosos senderos de la lucha social. 

El activismo del que emergió lo prepararon para sobrellevar las tentaciones del poder, y al lugar dónde va, es un personaje raro.

San Luis Potosí no es precisamente un estado de la república que sea determinante en algo, nuestra clase política siempre ha sido poco menos que mediocre, no hay ningún grupo político local que pueda agenciarse la paternidad del logro personalísimo del ahora consejero nacional. Nadie puede restarle mérito.

Gandhi Antipatro

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