En los días aciagos del coronavirus el mundo se asoma al abismo. La precariedad de la economía global y las graves desigualdades sociales aumentan la incertidumbre de la población del planeta, por primera vez en la historia de la humanidad, los líderes políticos, económicos y religiosos lucen desconcertados. Nadie sabe qué sucederá y mucho menos hay quien se atreva hacer un pronóstico que no sea catastrófico. Los infectados por la pandemia rebasan los 11 millones de personas y los fallecimientos atribuidos al covid – 19, más de medio millón de seres humanos en todo el orbe.
Hemos dejado de lado la inmensa gama de temas a discutir, el debate se ha pospuesto. La fórmula perfecta para los regímenes totalitarios. Aún faltan cosas por ver. Cuando la sobrevivencia de la especie esta en ciernes, no existe teoría, concepto filosófico o hipótesis jurídica que tenga relevancia. Los entes de poder se reservan el derecho a la violencia física y verbal. Mantener el orden social es prioridad e implica preservar aspectos básicos que sostienen las relaciones entre los ciudadanos: la norma jurídica; la competencia legal de la autoridad; y la legitimidad de las decisiones políticas que influirán en las formas de convivencia de los habitantes de cada región.
Agreguemos a las conveniencias sociales, el uso de cubrebocas, guantes, el saludo simulado, y para el final del año habremos descontinuado el beso tronado en la mejilla, los efusivos abrazos con palmada incluida, el tumulto.
Las mujeres mexicanas agradecerán de manera muy particular la supresión del beso matutino en la mejilla como hábito obligado en el centro de trabajo, pocas tenían el valor de rechazar tal conducta por temor a sufrir cierto rechazo social y el posterior aislamiento, no sería relevante de no ser porque los constantes casos de acoso en el trabajo iniciaban de esa forma, cualquiera que tuviera un poco de jerarquía establecía como un derecho de pernada la sumisión de las subordinadas. ¿Y mi beso? ¿Por qué no me saluda? –decían. Hay perdón licenciado, es que no lo vi. Esto es México.
El 3 de julio de 1955 las mujeres mexicanas pudieron votar por primera ocasión, hace tanto y hace tan poco tiempo en la incipiente democracia del país. Solo dos años antes, el 17 de octubre de 1953 el presidente Adolfo Ruiz Cortines promulgó las reformas constitucionales y se publicó en el diario oficial de la federación el nuevo texto del artículo 34 que concedía a las mujeres el derecho a votar. Ahora bien, si no se podía votar, mucho menos se votadas. O peor aún, ser postuladas. El problema de las mujeres en este país, sigue siendo el de cualquier grupo vulnerable, la partidocracia.
El sistema político mexicano está dominado por hombres, y a partir de las reformas en materia electoral que derivado en muchos de los casos del control convencional, se han establecido en la norma jurídica criterios de paridad. Pero los hombres siguen manteniendo el control de las estructuras de partido, por lo tanto, los espacios de representación se encuentran reservados para mujeres aliadas o simpatizantes de la causa machista. La dictadura del patriarcado mexicano. Curiosamente, las mujeres votan más que los hombres, estadísticamente son una fuerza dominante que al parecer no ha sido encausada correctamente. Siempre y cuando no caigan en las tácticas manipuladoras de la mercadotecnia electoral que llegó a la cúspide con el arribo al poder de Enrique Peña Nieto. Con toda la parafernalia que podía producir la poderosa empresa TELEVISA, convirtieron la aburrida vida del personaje en el guion de una telenovela, con actriz de moda como esposa incluida y boda católica transmitida en cadena nacional. Las mujeres mexicanas estarían gritando al caso de unos meses el corifeo que retumbaría en todo México: ¨Peña bombón, te quiero en mi colchón¨. Esto es México.
En 1915 Hermila Galindo fundo el semanario ¨mujer moderna¨, ahí se hablaba de cosas muy impopulares y peligrosas para su tiempo, la educación laica, sexual y la igualdad entre hombres y mujeres. Para entonces, las mexicanas ni siquiera eran consideradas ciudadanas, al menos no hasta que el presidente Lázaro Cárdenas enviara la propuesta al senado para reformar el mismo artículo 34 de la constitución, el año siguiente estarían aprobadas las reformas en la mayoría de los estados del país. Casi diez años después, en 1946 la cámara de diputados aprobó la iniciativa del presidente Miguel Alemán para reformar el artículo 115 constitucional y que entró en vigor el 12 de febrero del siguiente año, ahí se establecía el derecho a las mujeres para votar y ser votadas en las elecciones municipales en ¨igualdad de condiciones¨ que los varones. Lo que sea que eso signifique, no implicaba la obligatoriedad de los partidos a postular candidatas.
México solo ha tenido nueve gobernadoras, dos de ellas fueron interinas.
En 1916, Hermila Galindo asistió al primer congreso feminista de Yucatán en representación del presidente Venustiano Carranza de quien era su secretaria particular, ahí presenta la ponencia ¨la mujer en el porvenir¨, que causó revuelo entre las mismas asistentes y la prensa de la época. Hablo de la necesidad de implementar un modelo de educación sexual y acusó a la religión de ser la principal responsable de la ignorancia en el país al tratar el tema como un tabú. Ese mismo año, Hermila Galindo envió a los constituyentes reunidos en Querétaro una iniciativa a favor de reconocer el derecho al voto de las mujeres. Fue firmado por un grupo de mujeres destacadas y simpatizantes de la causa. Solo dos diputados votaron a favor de la iniciativa. Los constituyentes de 1917 argumentaron que a las mujeres no les gustaba la política, solo estar en la casa cuidando a los chamacos y preparando la comida. ¿Para que darles un derecho que no querían?
Así lo expresa la memoria escrita: “El hecho de que algunas mujeres excepcionalmente tengan las condiciones necesarias para ejercer satisfactoriamente los derechos políticos no funda la conclusión de que éstos deben concederse a las mujeres como clase […] la actividad de la mujer no ha salido del círculo del hogar doméstico, ni sus intereses se han desvinculado de los de los miembros masculinos de la familia; no ha llegado entre nosotros a romperse la unidad de la familia, como llega a suceder con el avance de la civilización; las mujeres no sienten pues, la necesidad de participar en los asuntos públicos, como lo demuestra la falta de todo movimiento colectivo en ese sentido”.
En 1918, la empeñosa Hermila Galindo desafió la ley y se presentó como candidata al V distrito electoral de la capital. A pesar de obtener la mayoría de votos el triunfo fue rechazado por el colegio electoral porque como mujer no tenía derechos políticos. A pesar de los obstáculos, su persistencia la llevo a ser la primera congresista mexicana en la década de los cincuentas. Murió en la ciudad de México el 18 de agosto de 1954 de un infarto al miocardio.
En San Luis Potosí habrá elecciones de gobernador el próximo año, hasta el momento solo hay una mujer aspirante en el partido acción nacional, Sonia Mendoza Díaz, actual diputada local y ex candidata a gobernadora en 2015. Desafortunadamente para las mujeres, su posición dista mucho de representar la causa de las potosinas, le asiste el derecho, más no la razón. Su oposición a la despenalización del aborto es una postura más que ideológica, de conveniencia política. Tiene que sobrevivir en un partido político dirigido por machos y mojigatos.
Esto es México.
Gandhi Antipatro