En una tarde que quedará grabada en la memoria colectiva del madridismo, el estadio Santiago Bernabéu vivió uno de los momentos más emotivos de su historia reciente. No se trató de una final ni de una gesta deportiva, sino de algo más profundo: la despedida de Luka Modric y Carlo Ancelotti, dos figuras legendarias que cerraron su ciclo en el club con una ceremonia cargada de gratitud, nostalgia y cariño.
A cinco minutos del final del partido frente a la Real Sociedad, Modric fue sustituido por última vez en el Bernabéu. El estadio se puso en pie para ovacionar al genio croata, quien atravesó el campo con lágrimas en los ojos, saludado por un pasillo de honor formado por ambos equipos. En el fondo lo esperaba Toni Kroos, su eterno compañero en la medular, con un abrazo que simbolizó el fin de una era gloriosa.
La emoción se multiplicó tras el pitido final. Las luces se atenuaron para dar paso a dos videos homenaje: uno dedicado a Ancelotti, el estratega sereno de las noches inolvidables, y otro a Modric, el símbolo de entrega y elegancia. Las imágenes arrancaron lágrimas en las gradas, en el banquillo y hasta en el palco, donde el presidente Florentino Pérez no pudo contener la emoción.
Ya en el centro del campo, ambos protagonistas tomaron la palabra. El técnico italiano, conmovido, agradeció a la afición y al club:
“Ha sido un honor, un placer ser parte de esta familia. Este club es distinto. Aquí se respira unión, se vive con pasión. No olvidaré ni un solo día en Valdebebas ni los goles de Karim al PSG, ni los de Rodrygo al City, ni el pase de Luka. Gracias de corazón. Hala Madrid y nada más”, declaró con voz entrecortada.
Luego fue el turno de Modric, quien con la humildad que siempre lo caracterizó, pronunció una frase que capturó la esencia del momento:
“No llores porque se terminó, sonríe porque sucedió”.
El croata agradeció a su familia, compañeros y cuerpo técnico, pero sobre todo al madridismo: “El mayor trofeo que me llevo es el amor de la gente. Lo que viví aquí, desde el primer día, no se puede describir. Esto lo guardo para siempre.”
Modric, acompañado por su esposa e hijos, dio una vuelta de honor al estadio, besando el escudo y saludando a cada rincón de un coliseo que fue su casa durante casi 13 años. Ancelotti y él fueron manteados por la plantilla entre aplausos ensordecedores, elevando al cielo el reconocimiento a dos leyendas vivientes.
La ceremonia no solo selló una despedida digna, sino que también confirmó una gran verdad: el Real Madrid no solo exige grandeza, también sabe honrarla. En una noche sin goles decisivos ni trofeos levantados, el Bernabéu lloró, sonrió y se despidió con el alma. Porque lo vivido no fue simplemente fútbol. Fue historia. Fue eterno.