Por: El Primo Feliciano
En Santa María del Río siempre hay motivos para sentirse orgulloso. En medio de la cotidianidad del “Pueblo Mágico”, donde la historia se entrelaza con la juventud y el trabajo comunitario, tres hechos recientes reflejan el pulso vivo de su gente: el talento estudiantil, la fortaleza educativa y la empatía hacia los seres más indefensos. Tres rostros distintos de un mismo corazón sanmariense. Empecemos por los jóvenes de la Escuela Preparatoria “Profesor Crisógono Sánchez Lara”, de la comunidad de Ojo Caliente, quienes recientemente se llevaron el primer lugar en el concurso de Altares de Muertos, una tradición que en este municipio se celebra con fervor y creatividad. Su altar no solo fue una muestra de arte efímero, sino también de identidad y respeto por las raíces. El talento de las y los estudiantes brilló con fuerza y reafirmó que cuando hay guía, compromiso y entusiasmo, los resultados llegan solos. No es casualidad que esta preparatoria acumule reconocimientos, incluso deportivos a nivel estatal. Es el reflejo de un trabajo constante, de docentes que no se conforman con enseñar materias, sino que buscan inspirar; de directivos que apuestan por una educación integral, y de jóvenes que saben que el esfuerzo tiene recompensa. Si en Santa María hay una escuela que se está ganando a pulso un lugar en la historia educativa del municipio, esa es la “Crisógono Sánchez Lara”. Mientras tanto, en otra parte del municipio, los aplausos y los recuerdos fueron para una institución con más historia: la Preparatoria “Guillermo Fonseca Álvarez”, que celebró su 50 aniversario de fundación. Medio siglo no es cualquier cosa. Son cincuenta años de formar generaciones, de sembrar conocimientos y valores, de abrir caminos hacia la universidad, hacia el futuro. Se dice fácil, pero detrás hay toda una vida de compromiso y de vocación docente. Por sus aulas han pasado miles de estudiantes que hoy son profesionistas, emprendedores, madres y padres de familia, servidores públicos o líderes sociales. En cada uno de ellos late un pedacito de esa escuela que, desde hace medio siglo, ha sido sinónimo de esfuerzo, disciplina y amor por Santa María. El aniversario fue, además, un recordatorio de que las instituciones educativas no son solo edificios, sino comunidades vivas. Cada maestro, cada alumna, cada generación aporta su historia a ese gran mural colectivo que conforma la identidad de un pueblo. Y si algo hay que destacar en esta fecha tan significativa, es el reconocimiento que se les debe a los docentes: los que han estado desde el inicio, los que ya se jubilaron y los que siguen frente al grupo, renovando la esperanza día tras día. Y si de esperanza hablamos, hay otro tema que merece atención: el de los animales en situación de calle. En días recientes se anunció que el municipio endurecerá las sanciones por maltrato animal, una medida positiva y necesaria, sin duda. Sin embargo, más allá del castigo, hace falta apoyo real, constante y comprometido. Un ejemplo claro es el del refugio “Patitas a la Obra”, un espacio que sobrevive gracias al corazón y la voluntad de jóvenes voluntarios que destinan su tiempo, energía y recursos personales para rescatar y cuidar a perritos sin hogar. Estas y estos jóvenes hacen lo que muchas veces las instituciones no alcanzan a cubrir: alimentar, vacunar, dar techo y cariño a seres que solo han conocido el abandono. Pero la nobleza no paga las cuentas. El refugio enfrenta carencias de todo tipo: alimento, medicinas, agua, mantenimiento. Y aun así, sigue de pie. Por eso, más que aplaudir el endurecimiento de sanciones, habría que pedir con firmeza que el Ayuntamiento asigne un apoyo mensual a “Patitas a la Obra”. No sería un gasto, sino una inversión en humanidad y educación cívica.













