Por: El Jofrito
Con una simple rodada fue recordado el nefando crimen de estado perpetrado por las hermanas Mirabal, en República dominicana, por el dictador Rafael Leónidas Trujillo, estamos de acuerdo con quienes dicen que no hay nada qué celebrar, un hecho que horrorizó l mundo entero. Quien esta columneja escribió un ensayo de la vida de las malogradas hermanas. Es necesario saber algo de ellas, para comprender el hoy. Las Hermanas Mirabal: Memoria, resistencia y el eco contemporáneo de una lucha que sigue vigente. La historia de las hermanas Mirabal -Patria, Minerva y María Teresa- no solo pertenece a la República Dominicana, sino al patrimonio moral de toda América Latina. Conocidas como “Las Mariposas”, estas tres mujeres transformaron su voz, su inteligencia y su determinación en un símbolo universal de resistencia frente a la violencia y la opresión. Su asesinato, ordenado por la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo el 25 de noviembre de 1960, marcó un antes y un después en la conciencia regional sobre la violencia política y la violencia de género, dando origen décadas más tarde a la fecha que hoy se conmemora mundialmente como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres y Niñas. El legado de las Mirabal no se entiende únicamente desde su trágico final, sino desde el profundo acto de valentía que encarnaron en vida. Desafiaron a un régimen que se sostenía en la persecución, el miedo y el control absoluto del Estado sobre los cuerpos y la ciudadanía. Lo hicieron desde sus convicciones políticas, desde su educación y desde un profundo sentido ético que las llevó a oponerse al poder más brutal de la época. En ellas convergen las múltiples dimensiones de lucha que hoy siguen presentes: la exigencia de libertad, la defensa de la dignidad humana y el rechazo a toda forma de violencia normalizada. Su historia resuena particularmente en nuestros tiempos porque, aunque las dictaduras abiertas han cedido paso a sistemas democráticos, la violencia contra las mujeres persiste como un problema estructural y dolorosamente cotidiano. Cada agresión, desaparición o feminicidio en nuestra región evoca la misma exigencia que las Mirabal defendieron: que la vida de las mujeres sea respetada y protegida sin condiciones ni excepciones. Es por ello que iniciativas contemporáneas, incluso aquellas que parecen sencillas o simbólicas -como una rodada ciudadana contra la violencia hacia mujeres y niñas- tienen raíces profundas en esta memoria histórica. Estas actividades no surgen de la nada: beben del legado de las mujeres que, como las Mirabal, se atrevieron a desafiar lo insoportable. Pedalear en espacios públicos, vestir el color naranja, encender globos de cantoya, marchar o reunirse para exigir seguridad y justicia son gestos que recuperan un derecho fundamental: el derecho de las mujeres a ocupar las calles sin miedo. Sin embargo, estas acciones deben comprenderse como parte de un movimiento más amplio. Recordar a las hermanas Mirabal no puede quedarse en el homenaje simbólico; implica reconocer que la violencia de género es un fenómeno que requiere políticas públicas efectivas, voluntad institucional, recursos, educación y una transformación cultural profunda. Las Mirabal dieron su vida enfrentando un régimen que pretendía controlar cuerpos y destinos. Hoy, la violencia adopta formas distintas, pero su raíz autoritaria -el intento de someter, callar o reducir a las mujeres- sigue lastimando a miles. Por eso, cada rodada, cada marcha, cada pronunciamiento es un acto de continuidad histórica. Es el eco contemporáneo del grito que las Mirabal lanzaron hace más de seis décadas. Es una forma de afirmar que la lucha no ha terminado y que la memoria no es un lugar pasivo, sino una herramienta para construir futuro. Las hermanas Mirabal representan la dignidad que desafía al poder injusto; representan la vida resistiendo a la violencia. Su legado es el cimiento sobre el cual se levantan todas las iniciativas que buscan un mundo donde ninguna mujer tenga que temer por existir. Las Mariposas siguen volando, no en la historia, sino en cada comunidad que se organiza, en cada mujer que alza la voz, en cada persona que decide no ser indiferente. Hoy, como ayer, su lucha nos convoca: a pedalear, a marchar, a denunciar, a acompañar y, sobre todo, a no rendirnos frente a la violencia. Porque la libertad por la que ellas murieron es la misma que seguimos buscando para todas. Nos leemos la semana próxima.













