México cumple este 28 de agosto seis meses de la confirmación del primer caso de coronavirus en el país pero este largo periodo no permite divisar todavía un horizonte claro de la evolución de esta epidemia que, más allá de las cifras, acumula decenas de miles de despedidas.
Uno de los nombres de los 62 mil 594 fallecidos oficiales es el de Rodolfo Pardo, quien se fue a los 81 años dejando una de las tantísimas historias que ilustran el paso de COVID-19 por México.
Su nieta, Flor, cuenta que cuando enfermó el 14 de mayo, la familia dudó si llevarlo a un hospital público por miedo a la “saturación” y a la falta de equipo en los centros médicos, pero finalmente lo internaron.
Estuvo 18 días en un hospital de la capital mexicana, buena parte de ellos intubado y, como todos los enfermos, sin poder recibir visitas. Al principio les informaban los médicos por teléfono pero luego solo recibían por Whatsapp “reportes contradictorios” de su salud.
“Es muy desgastante a nivel emocional y la distancia no ayuda porque tu familiar está enfermo en un hospital pero tú no puedes hacer nada y lo poco que puedes hacer es desde casa”.
A su abuelo “lo dieron de alta muy temprano y le quitaron el apoyo de ventilación mecánica”. Parecía una buena noticia pero lo mandaron a casa con un tanque de oxígeno y “un desgaste impresionante”.
Dos días después, el virus se llevó al amado abuelo que “nos vio crecer, nos compraba dulces y nos consentía”, dice con la voz quebrada.