SANTA MARÍA DEL RÍO. – El municipio vuelve a colgarse del misterio y el morbo para atraer visitantes: por segundo año consecutivo, Santa María del Río exhibe la colección itinerante de Las momias de La Chona, provenientes del Museo de las Ánimas de Encarnación de Díaz, Jalisco.
La muestra, instalada en el exconvento franciscano, promete “preservar la memoria y las tradiciones”, aunque en realidad parece más un intento de maquillar con eventos vistosos la falta de políticas culturales de fondo.
La exposición, abierta del 31 de octubre al 2 de noviembre, reúne tres cuerpos momificados: Doña Martha, fallecida por embolia; La Operada, que aún conserva sus vendajes y una pulsera hospitalaria; y un diminuto feto de apenas 10 centímetros, anunciado como “la momia más pequeña del mundo”. A ello se suma una serie fotográfica del Museo de la Misericordia, en Jalisco, que documenta las antiguas prácticas funerarias de la región.
El director de la Casa de la Cultura, Jonathan Rogelio Trejo Torres, celebró la llegada de las momias gracias “al apoyo de la presidenta municipal de Encarnación de Díaz y a las gestiones del INAH”.
Sin embargo, entre los habitantes y visitantes más críticos, la pregunta flota en el aire: ¿hasta qué punto se trata de preservar la historia y no simplemente de montar un espectáculo turístico disfrazado de tradición?
El evento, inscrito dentro del programa Día de Muertos: Alma y Tradición, encaja perfectamente en la lógica de los gobiernos municipales que prefieren el ruido de las cámaras y las selfies ante vitrinas polvorientas, en lugar de invertir en talleres, espacios culturales dignos o el rescate de artistas locales.
En un municipio que presume ser “la cuna del rebozo”, pero que a duras penas sostiene a sus artesanos, el desfile de momias luce como una metáfora involuntaria: cuerpos secos, silenciosos y expuestos… como la cultura viva que poco a poco se marchita entre discursos oficiales y eventos de ocasión.













