En la última década, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), una vez hegemónico en la política mexicana, ha visto una dramática reducción en su influencia, confinándose principalmente a áreas rurales de Coahuila, Durango y partes del Estado de México.
En 2016, el PRI gobernaba la mayoría de los estados y controlaba la presidencia en coalición con el Partido Verde, dominando el 61% de los distritos federales. Hoy, el panorama es radicalmente distinto, con solo dos gobernadores priistas que representan a un escaso 4% de la población.
Los últimos bastiones priistas se encuentran en ciudades medianas como Saltillo, Torreón, Monclova, Piedras Negras y Acuña, todas en Coahuila, así como en Lerdo, Durango. En el Estado de México, los priistas residen en localidades como Almoloya de Juárez, Atlacomulco y municipios al sureste del Nevado de Toluca, incluyendo Zumpahuacán y Xalatlaco.
El perfil de los votantes priistas ha cambiado significativamente. Antes de 2018, el PRI era el partido de elección para los votantes de bajos ingresos. Sin embargo, en 2024, muchos de estos votantes han migrado a Morena. Ahora, el apoyo al PRI se distribuye de manera más homogénea entre diferentes niveles de ingresos, y en algunos casos, los municipios con menos pobreza muestran un menor porcentaje de votación priista.
Aunque no residen en las zonas más empobrecidas, los últimos priistas habitan en áreas que han experimentado un deterioro económico. Durante el sexenio de López Obrador, la pobreza disminuyó en general, pero aumentó en lugares como Atotonilco (Jalisco), Villa de Cos (Zacatecas) y Tepezalá (Aguascalientes), donde la falta de acceso a servicios de salud también creció. En estas localidades, el PRI ha mantenido un apoyo constante.
Las áreas rurales y las pequeñas ciudades, como Tepehuacán (Hidalgo), Saín Alto (Zacatecas) y Guadalupe y Calvo (Chihuahua), siguen siendo los refugios de los priistas. Cuando los votantes priistas cambian su lealtad, suelen preferir a Morena en lugar de al PAN. En las elecciones de 2024, el 66% de las secciones que el PRI ganó en 2018 pasaron a manos de Claudia Sheinbaum, mientras que solo el 7% fueron ganadas por el PAN, el 16% permanecieron con el PRI y el 8% se fueron a Movimiento Ciudadano.
Este análisis revela que los priistas restantes viven fuera de las grandes ciudades, en áreas donde las políticas sociales y laborales del sexenio no lograron tener un impacto positivo. Sin embargo, estas zonas no son las más pobres del país. Los gobernadores priistas aún tienen una notable capacidad de movilización. Pese a la diversidad dentro de los priistas, muchos comparten una identidad cultural regional, disfrutando de tradiciones locales como comer cabrito y escuchar a Ramón Ayala.
El futuro del PRI parece estar ligado a estos enclaves rurales y a la capacidad de sus líderes locales para mantener la lealtad de sus votantes, mientras enfrentan una política nacional cada vez más dominada por otros partidos.