Ciudad Maderas

La Cábala

Burocracia en alerta

Si tribunales y observaciones financieras no disponen otra cosa, la empoderada burocracia estatal puede ser la primera línea de enfrentamiento con el gobierno que sucederá al de Juan Manuel Carreras López. Los liderazgos ya lo esperan porque el paso de una administración gallardista por la alcaldía capitalina generó despidos injustificados, centenares de litigios laborales y un clima laboral poco amable.

Es lo de siempre en cada cambio de administración estatal: sindicatos que reclaman su cuota sexenal de basificados y gobiernos salientes que acceden a cuanto los sindicatos pidan, porque en las filas de beneficiados con plazas definitivas van sus protegidos, parientes, ahijados y también las novias, para regalarles “una seguridad laboral”.
Si el sucesor en la jefatura del Ejecutivo va en sintonía con el saliente, como Juan Manuel Carreras López con su ex jefe Fernando Toranzo Fernández, de la nómina de herencias no habrá queja. Se respeta sin retobos la lista de parientes buenos para nada, enchufados, protegidos, lealtades premiadas, compadres, alcahuetes, amigos y amigas de los antecesores. En caso de perfil problemático, tarugo con iniciativa o nostálgico de reflectores del sexenio anterior, se le coloca en una discreta oficina a donde un desfiguro o una salida en falso no tengan consecuencias.


No se sorprenda si encuentra que hay oficinas con ocho empleados para la función de desenroscar un foco cuando éste se funda. La pandemia, con el confinamiento obligado de la burocracia, demostró que al gobierno estatal le sobran voceros, directivos de golferías con nombres abracadabrantes, jefes de oficinas inútiles y coordinadores de festivales inexistentes.


Cuando no se llevan bien el sucesor y el antecesor, éste hará el mayor escándalo posible por los enchufados de fin de sexenio “que le dejaron” y si acaso despedirá a los más débiles, a los más desprovistos de “palancas”. El entrante hará un solemne anuncio de austeridad y ejecutará un justiciero recorte en las nóminas, sólo para abrir lugar a los suyos que le acompañarán en la aventura sexenal, nunca para hacer un verdadero ahorro.

Pero por lo general, enchufados y enchufadas de base se quedan porque se quedan. La dificultad no es de qué humor los reciba el sucesor, sino qué lideresa hará de canguro para portearlos a las nóminas más cómodas y de ser posible con nivel 13, el más alto de la burocracia de plaza de-fi-ni-ti-va.


Este alambicado proceso ya está en marcha hace meses, desde antes de las elecciones. Predecible como ristra de ajos. El punto es que en esta ocasión algo cambia: si los tribunales y revisores financieros no determinan algo diferente, el que llega promete ser todo un accidente para la burocracia.


En el ayuntamiento capitalino, Ricardo Gallardo padre tapizó de litigios laborales los tribunales. Por la cantidad de irregularidades reclamadas por los despedidos, Xavier Nava Palacios tuvo que negociar de uno por uno, pues pelearlos no tenía mucho sentido, pues iban a ganarlos los promoventes por la forma desaseada como se les despidió y aún con plaza.


Ricardo Gallardo Cardona, el gobernador electo, ya anunció que actuará por la austeridad y en campaña prometió cambiar algunas dependencias al interior del estado, la misma vaina que López Obrador no ha podido hacer y ha dejado discretamente por la paz porque reubicar secretarias sale muy caro y se le iba a ir el sexenio en demandas laborales. Nos quedamos esperando, y hasta ofrecimos el lugar, la reubicación de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes a San Luis Potosí, como anunció el presidente.


Según el INEGI, Juan Manuel Carreras recibió el gobierno con una nómina de 62 mil 421 empleados estatales, entre eventuales, de confianza y 46 mil 866 de base. Éramos en ese entonces el décimo lugar a nivel nacional entre los estados con mayor nómina de empleados inamovibles. Sería magnífico que pudiéramos saber con precisión cuántos burócratas deja Carreras.

Las señoras de los sindicatos más grandes ya están en pie de lucha que les cumplan basificaciones y otros regalos de buena fe. Reclaman que les adeudan plazas y más plazas. Tratarán de mantener su estatus. Pero la trayectoria de las administraciones gallardistas no da para gustos, al contrario, lo que se teme hagan, eso harán.
Muchos sindicalizados albergan temores por lo ya sabido de los estilos autoritarios del exalcalde soledense. Esperan despidos, reubicaciones, y tratos nada comedidos. Esperan la exigencia de una opinión ligada al proyecto y muy escasa tolerancia.


Y si hay diferendo entre sindicatos y gobernante, se duda que los primeros consigan un aval entre los ciudadanos, por el contrario. Han sido años de exponer hasta el cansancio que al gobierno estatal le sobran empleados, a cargo de los impuestos que pagamos. No hay un solo criterio de austeridad y eficiencia; si lo hubiera tendrá que partir de una reforma de fondo a las estructuras de gobierno, No es nada improbable que Gallardo se meta con pasión en el berenjenal de combatir a la burocracia sindicalizada, no para redimensionar al gobierno, que tanta falta le hace, sino para hacer sus espacios y poner a los suyos.


Que pase sobre los derechos laborales de más de diez hasta puede que le consiga algunos aplausos, pues la poderosa burocracia potosina genera tan poca empatía entre los ciudadanos.

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