Por: Martín Hernández Solano
Ya hace un tiempo que se estrenó al público general el nuevo trabajo de Alonso Ruiz Palacios (Güeros y Museo) La Cocina, estelarizada por Raúl Briones y Rooney Mara, que nos habla de las andanzas de un grupo de migrantes trabajadores de una cocina en un restaurante de Estados Unidos, contándonos una historia de amor imposible entre sus protagonistas y nos muestra cómo el amor o la humanidad se encuentran abandonadas en un mundo que parece haber olvidado su propia alma humana.
La película de un sin fin de temas que nos hace reflexionar sobre lo que significa ser humanos en un mundo consumido por “la máquina” el mecanismo del capital que nos impide soñar, sentir y vivir la vida como se merece, en su lugar esclavizándonos a un sistema económico y de clases que nos impide nuestra libertad. Los protagonistas, Pedro y Julia, son este sentimiento de amor que no prospera a causa de sus propios problemas cono individuos en esta sociedad, Pedro es un migrante idealista, que conoce el sueño americano y vive en él, pero como un marginado, un incomprendido odioso que extraña sus raíces, y Julia teniendo un lugar que no le pertenece en una relación que no quiere pero desea con Pedro, ese escapismo a sus problemas hasta que se encuentra con uno entre su vientre y le pide tomar acción entre su familia y este deseo de seguir con Pedro. Todo esto mientras en el fondo se desarrolla una trama por encontrar a un presunto culpable por haber robado el dinero del dueño del local.
La migración, la lengua, las raíces y la cultura ya no existen como cosas individuales, complejas y establecidas ahora es una mezcla globalizada que hace cada vez más delgada esta línea divisoria que nos separa de los otros, que si somos mexicanos, colombianos, franceses, chilenos, argentinos, españoles, no importa, todos vivimos en un mundo que se rige por el famoso trabajar duro para comer, y si no, no tienes como vivir en el mundo, esta máquina nos consume, nos arrastra y nos quita nuestra humanidad, no hay espacio para los sueños, como lo pensaba en un inicio el personaje de Pedro, aunque fuera una misma ilusión de algo que extraña, sentirse vivo, no atrapado en una cocina, en un espacio determinado por lo que haces en este sistema.
Ahora, la película está basada en una obra de teatro que posteriormente Palacios utilizó para su primer cortometraje, Café Paraíso, y que ahora, años después utiliza como una nueva metáfora para introducir el concepto de capitalismo tardío, que se define como la fase avanzada del capitalismo, caracterizada por una profunda globalización, la preeminencia del capital financiero, la automatización y la innovación tecnológica, así como el predominio del consumo masivo. Normalmente genera una creciente desigualdad económica y social, con la concentración de poder y riqueza en manos de unas pocas corporaciones y élites. Se asocia con crisis recurrentes y una intensificación de la explotación de recursos y trabajo.
¿Qué le vamos a heredar al mundo? ¿Sentimientos o McDonald’s? No, nada de eso, solo la esperanza de algún día poder sentir con libertad, con amores imposibles que nos separan de este sistema corrupto. En México existen migrantes que viajan a Estados Unidos en búsqueda de esta supuesta oportunidad que su país tampoco les da, el sueño americano es la mayor mentira del siglo, no existe la riqueza, solo existe deseo y el deseo surge con la ausencia, ¿Qué es lo que no tenemos? humanidad. Eso es La Cocina, la epítome del capitalismo tardío.
No puedo decir más que vean la película, a nivel técnico es impresionante, su guion construido de una forma diferente e interesante es el corazón del filme, para los que soñamos con un mundo mejor, la película es la respuesta, o mejor dicho la cara real del mundo en el que vivimos, migrantes, amor y comida. Este análisis rápido es solo muestra de una pequeña fracción de todo lo que vemos, y que se disfruta más con la interpretación personal que le da cada uno.