Por: Martín Hernández
Los olvidados de Luis Buñuel es una película que trasciende su época y su contexto para abordar problemas sociales universales. En su guion, Buñuel no solo cuenta la historia de un grupo de jóvenes en los márgenes de la sociedad, sino que plantea una reflexión profunda sobre las estructuras que perpetúan la pobreza y la violencia. A través de Pedro, el protagonista, y los demás personajes, se revela un retrato de la desesperanza que no se reduce solo a la miseria económica, sino a un ciclo de exclusión social donde el entorno determina los destinos de los individuos.
El guion es esencialmente una construcción de situaciones que no solo nos muestran el sufrimiento de los personajes, sino que nos invitan a entender cómo ese sufrimiento está íntimamente ligado a la falta de oportunidades, al vacío emocional y al abandono social. Cada escena está cargada de significado, y lo que podría parecer un simple acto de violencia o de desobediencia juvenil, es en realidad una manifestación de las estructuras sociales que empujan a los jóvenes hacia esos comportamientos.
Lo que hace que la historia sea aún más poderosa, es cómo Buñuel emplea el simbolismo para hacer visibles los temas que aborda. La imagen del “sueño” de Pedro, por ejemplo, muestra cómo la mente de los personajes busca escapar de la dura realidad que enfrentan. La tensión entre el deseo de algo mejor y la imposibilidad de alcanzarlo está presente a lo largo de la película, creando una atmósfera de constante frustración.
Más allá del análisis de los personajes y la trama, es importante señalar cómo el guion no cae en la trampa de ofrecer respuestas fáciles. No hay una moral simple ni una solución clara. La película no nos ofrece un final feliz ni siquiera una salida aparente para los jóvenes, lo que la hace aún más relevante. En lugar de dejarse llevar por la narrativa tradicional, Buñuel opta por mostrar la cruel realidad de una sociedad que se desentiende de los más vulnerables.
Entre los personajes también destaca la figura de la madre, quien, aunque en principio podría parecer un arquetipo tradicional, es también víctima del mismo sistema que condena a su hijo. El guion profundiza en las dinámicas familiares, mostrando cómo el desarraigo y la desintegración familiar son reflejo de las carencias sociales más amplias. La madre, aunque intenta proteger a su hijo, es incapaz de ofrecerle una salida por la falta de recursos y apoyo. Esta situación refleja la impotencia de las clases bajas, atrapadas entre las promesas vacías de la sociedad y la cruda realidad de su entorno.
Buñuel, con su capacidad para mezclar lo real con lo simbólico, logra un guion que no solo tiene un gran impacto emocional, sino que invita a la reflexión sobre la responsabilidad colectiva en la creación de las condiciones que perpetúan la pobreza y la violencia. La película no es solo un relato sobre unos jóvenes olvidados por la sociedad, sino una crítica a la propia sociedad que los olvida. Un relato perfecto a la contemporaneidad que habla sobre esta separación de clases tan marcada en el país.