En San Luis Potosí, la legalización de la marihuana parece haberse adelantado a los marcos legales. Aunque el uso lúdico del cannabis sigue sin estar regulado en el país, su presencia en la capital potosina crece sin freno. Colonias como El Saucito y Morales han sido escenario reciente de hallazgos insólitos: plantas de marihuana creciendo libremente en espacios públicos, sin que ninguna autoridad haya logrado explicar su origen o tomar acciones firmes al respecto.
La normalización del consumo va más allá de las calles. Según admitió el titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana Municipal, Juan Antonio Villa Gutiérrez, los plantíos han sido encontrados en áreas comunes transitadas por niños y familias. Sin embargo, sus declaraciones minimizan el problema, señalando que “nadie sabe quién las sembró”, como si la marihuana brotara espontáneamente en parques y andadores.
La tolerancia tácita al cannabis se reflejó recientemente en una manifestación prolegalización celebrada en el Centro Histórico, donde decenas de vendedores instalaron sin restricciones puestos informales ofreciendo productos con marihuana, desde dulces hasta artículos artesanales, sin control sanitario ni presencia policial. Lejos de ser un acto aislado, este mercado improvisado reveló el vacío de regulación que impera en la ciudad.
A este fenómeno se suma una preocupación aún más delicada: la presencia de comestibles con cannabis en escuelas. Padres de familia han alertado sobre la venta de brownies con marihuana entre estudiantes de secundaria y preparatoria, un hecho que refleja la falta de vigilancia y de estrategias preventivas por parte de autoridades educativas y de seguridad pública.
El problema se agrava con el aumento de anexos irregulares en las periferias, centros de “rehabilitación” improvisados que operan sin control oficial y que, en muchos casos, agravan la situación de jóvenes consumidores. Mientras tanto, Interapas y otras dependencias continúan con una estrategia reactiva y fragmentada. La capital enfrenta una expansión silenciosa del consumo sin una respuesta integral. Si el Estado no asume con seriedad su papel, el narcotráfico urbano seguirá arraigándose, no en la clandestinidad, sino a plena luz del día.