La ya escasa credibilidad hacia la Secretaría de Cultura se derrumba con las recientes acciones de su titular, Mario García Valdez, quien ha demostrado que el proceso para designar a la nueva dirección de la Orquesta Sinfónica de San Luis Potosí será, más que cuestionable, una farsa descarada. Lo que debía ser un ejercicio legítimo y transparente, se perfila como una simulación burda.
Pese a sus discursos sobre apertura y legalidad, lo ocurrido el 23 de mayo destapa un trasfondo manipulado e incluso ilegal. La supuesta rueda de prensa para presentar la convocatoria fue un acto improvisado, oculto y excluyente. En lugar de promover una elección plural, se optó por una estrategia silenciosa, diseñada para evitar el escrutinio público.
La convocatoria no ha sido difundida con seriedad: no circuló entre músicos, medios especializados ni comunidades culturales. Se trató de una jugada hecha para cumplir con el papeleo, pero no con los principios. Hablan de participación activa, pero lo que se ve es imposición, silencio institucional y una evidente intención de manejar el resultado desde el escritorio de Mario García.
El discurso de inclusión se estrella contra la realidad: opacidad, simulación y manipulación. La comunidad artística teme —y con razón— que esta convocatoria sea solo el barniz de un nombramiento ya cocinado, dictado por intereses políticos y no por méritos artísticos. Todo indica que la cultura en San Luis Potosí está siendo secuestrada una vez más.
