Al grito de “¡torero, torero!” retumbó la Plaza Monumental El Paseo, donde Pablo Hermoso agradecía el cariño de la afición que llenó el numerado de la plaza para verle despedirse de la tierras potosinas, donde cortó su última oreja.
Pablo Hermoso de Mendoza salió alegre, con entrega y toreando magistralmente a su enemigo. Primero colocó dos rejones de adornos y luego dos banderillas con uno de sus caballos y al cabo de colocarlas llevó muy templadamente al toro por todo el ruedo.
Pablo se retiró entre aplausos. Con su segundo puso un solo rejón, pero se lució toreando al de Bernaldo de Quiroz para luego poner tres banderillas al quiebre. Siguió con banderillas cortas, se hizo aplaudir al realizar el teléfono y culminó con banderillas a dos manos. Pinchó una vez, pero en el segundo logró un rejonazo que hizo doblar pronto al toro. El juez le concedió una oreja y arrastre lento para el toro.