Poco trabajo, mucho dinero
Pulque barato, !Viva Madero!
Arengas revolucionarias
Los mexicanos vivimos una situación tan indeterminada como impredecible, la crisis mundial que mantiene en ciernes al mundo, pareciera no afectar el estado de ánimo de las masas que ante la inminencia del peligro, se han relajado de forma por demás contradictoria. Ahora que viene la oleada de contagios, los mexicanos han salido de sus casas bajo mil y un pretextos.
El gobierno federal se esmera por mantener informados a los ciudadanos, pero al mexicano promedio solo le preocupa saber cuándo terminará el periodo de aislamiento social. Conforme la situación de la pandemia mundial va tomando forma, las noticias que provienen de los países que sufren el embate del COVID – 19 son desalentadoras. El colapso de los sistemas de salud mundiales dejan una terrible experiencia, el mundo no está preparado para una crisis de medianas proporciones, mucho menos para un conflicto bélico multinacional o el Apocalipsis zombi de las películas.
Aunado al hecho de que las naciones no invierten tantos recursos económicos y humanos en la investigación científica de salud como en la industria bélica, debe agregarse la crisis de credibilidad de los líderes mundiales. La actual crisis llega en el peor momento para los políticos de distintas nacionalidades, la izquierda, la derecha, los populistas y demagogos del mundo padecen una ausencia de creatividad y la población no se ve reflejada en el discurso político. Tal vez por eso los mexicanos han abarrotado los expendios de venta de cerveza para llevar, se están preparando para soportar lo peor de la pandemia (que está por llegar) en estado etílico y tragando botanas. Nadie en su sano juicio podría sobrevivir a una conferencia mañanera del presidente todos los días.
La verdad es que en este país marrullero, gandalla y socarrón no se esperaba menos, y el presidente lo sabe. Andrés Manuel López Obrador conoce de primera mano las proyecciones estadísticas del tsunami que nos golpeará con mayor fuerza en la segunda quincena de mayo cuando la transmisión del virus se vuelva comunitaria. Qué clase de jefe político sería si no tuviese un estimado de la cantidad de muertes que se esperan al término de la crisis. Sabe porque conoce, y comprende que no puede contar con la colaboración de un pueblo en su mayoría indisciplinado e ignorante. No importan los esfuerzos que se hagan desde el gobierno, el resultado será casi el mismo sin la colaboración de personas conscientes y comprometidas con su país.
El presidente puso al frente de los esfuerzos para contener la crisis del coronavirus a un funcionario de nivel medio que como epidemiólogo resultó ser un excelente comunicólogo. Hugo López Gatell, subsecretario de salud se apropió de la vocería del conflicto con un discurso afable y mesurado. Se ha vuelto una figura preponderante en las redes sociales, pasó de la popularidad al “choteo” en cosa de un par de semanas. A López Obrador le duran poco las parejas de baile, por mucho que se esmeran, pocos tienen esas aptitudes camaleónicas y el cebo en el lomo para que se resbale cuanta crítica falaz o desmesurada le arrojan sus adversarios políticos. La leyenda dice que el presidente tiene más posibilidades de salir avante de la crisis rezándole a su estampita de la virgen de Guadalupe que organizando a su gabinete de funcionarios senectos.
La verdad es que nadie cree que nos pueda pasar lo que a España, Italia o nuestros vecinos del norte porque somos bien chingones y siempre tenemos muy buena suerte, como dijera el filósofo y poeta urbano Chava Flores: ¿a qué le tiras cuando sueñas mexicano?
México es un país extraño, con un jefe político que cree en los santos reyes, los milagros y la bondad de la gente. Jactancioso, le satisface mirarse al espejo y probarse el traje de alguien más (Madero, Juárez, Cárdenas), pero no lo hace con responsabilidad, sino con desdén. Los atisbos del futuro inmediato no son halagüeños, un país que se prepara para la peor crisis económica de los últimos cien años no corre al expendio de cerveza para hacer acopio de jugosas libaciones. Somos un país de gente inconsciente que gasta sus reservas económicas en papel higiénico y bebidas espirituosas. Curiosas prioridades las nuestras.
El mundo se encuentra ante el ocaso del sistema financiero tal como lo conocemos y el advenimiento de un nuevo orden global es inminente. Nosotros estaremos ocupados debatiendo la posibilidad de reapertura de “la liga MX de fútbol” mientras los dueños del dinero reinventan las reglas del Novo capitalismo.
El momento histórico que le correspondió vivir al presidente Andrés en la historia de México era impensable al inicio de su gestión, a su paso, será consagrado como un Benito Juárez reformista o un titubeante pero bien intencionado Francisco I. Madero. No pasa inadvertido que al presidente le cuesta ejercer el poder por encima de las circunstancias. No se puede negar que el gobierno chino controló la crisis de salud sitiando una ciudad de diez millones de habitantes y donde prácticamente se suspendieron los derechos civiles. No hubo resistencia porque se conocen los alcances del régimen.
En México, el presidente tendría que declarar legalmente el estado de excepción para controlar la contingencia y no permitir que los habitantes de alguna urbe se contagien de forma masiva por el simple detalle de que ya estaban aburridos de estar en su casa viendo televisión. En tiempos de crisis no se hacen experimentos.
Las condiciones de precariedad del sistema de salud mexicano exigen que por lo menos los especialistas de la salud tengan garantías de seguridad para ejercer su profesión, las deficiencias están expuestas y requieren que la eventualidad de los sucesos sean tratados con la gravedad de un estado de guerra, dejar al libre albedrío la interpretación de los sucesos expone a los ciudadanos a reaccionar bajo la emotividad de los mismos y alejados de la razón. El dolor de la tragedia puede ser inconmensurable y dolerán por décadas las decisiones u omisiones que se hayan tomado.
Cuando la pandemia haya pasado y estemos recogiendo (si es que sobrevivimos) los pedazos de país que nos quede, aún tendremos una crisis mayor que resolver, más mortífera y letal que el coronavirus, peor que la crisis económica y el desempleo que traerá la recesión mundial, la terrible inseguridad provocada por la tolerancia del gobierno federal a los grupos de delincuencia organizada que se disputan el territorio nacional. Esa crisis que hemos estado negando.
Gandhi Antipatro