El país de Andrés

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No hay Dios, los seres de la naturaleza se sostienen por sí mismos

Ignacio Ramírez Paulino Calzada, “el nigromante”

El año que concluyó es el primero de un sexenio que para algunos se presume la génesis de una transformación de la vida pública del país, al menos así reza el cliché presidencial pretenciosamente elevado a slogan de la publicidad gubernamental del régimen.

La oposición política ha desperdiciado sus limitados recursos en denigrar los traspiés verbales del presidente de la república Andrés Manuel López Obrador con magros resultados, un político que hizo su carrera en la oposición pareciera estar vacunado contra cualquier crítica, su estilo evasivo y tajante le ha permitido salvar las pequeñas crisis que se han presentado.

A pesar del discurso oficial, la incertidumbre prevalece en el ánimo nacional, nadie sabe cómo va ser la famosa transformación, pero confían en que pronto se comiencen a percibir los cambios anunciados.

Los niveles de violencia continúan en aumento y a pesar de ser una de las demandas más sentidas por los mexicanos, la estrategia del gobierno federal no ha logrado impedir la creciente beligerancia de los cárteles dedicados al trasiego y distribución de droga; la extorsión y el secuestro; el lavado de dinero y la corrupción en los cuerpos policiacos. Las matanzas forman parte de la funesta realidad del país y pareciera (a ratos) que quienes dominan gran parte de la geografía de México son las bandas crimínales que operan sin mayor oposición.

No existe un modelo de intervención eficaz que permita evaluar estadísticamente si los programas sociales han tenido un efecto en la población que de alguna u otra forma ven en los grupos crimínales una forma de vida perfectamente adaptada a la vida cotidiana. Los capos y sus gentiles gozan del favor (o el temor) de los ciudadanos que no son capaces de oponerse a las gavillas que en muchos casos han implantado un escenario de terror y sometimiento ante la vulnerabilidad e incapacidad de las instituciones políticas regionales.

Los gobernadores y alcaldes de México han aprendido a cohabitar con los criminales sin perturbar sus acciones, en muchos casos prefieren asociarse a fin de garantizar su respaldo ofreciendo continuidad y lealtad. En un modelo político como el mexicano donde todo se trata de conseguir permanencia en el cargo, son capaces de aliarse hasta con el diablo.

Si bien el presidente de la república se empeña en culpar a los gobiernos anteriores del grave deterioro de las instituciones, lo cierto es que ha pasado un año y la puesta en marcha de la guardia nacional debería complementar los esfuerzos por contener la avasallante fuerza del crimen organizado.

A últimas fechas se avizora un enfrentamiento con los gobernadores a quien el gobierno federal acusa de una sutil componenda que impide la operación global de la estrategia nacional contra el crimen. En eso de repartir culpas el presidente no tiene empacho en manotear la mesa. Su objetivo primordial es garantizar el apoyo ciudadano en vías del próximo proceso electoral. Andrés Manuel añora no sólo con conservar su dominio de las cámaras, sino obtener la mayoría absoluta.

Los programas sociales tendientes a reducir la pobreza tienen un claro matiz clientelar y electoral. Todo el poder se concentra en una sola persona y los partidos políticos, (incluido el del presidente) son meros actores testimoniales de una representación teatral que se ha convertido en monólogo.

En términos políticos el presidente cierra un año de controversias pero con resultados favorables, la sustitución de los magistrados de la corte, (incluida la forzada renuncia del ministro Eduardo Medina Mora) ha puesto a la suprema corte en condiciones de precariedad y ante la peor crisis de credibilidad de la época moderna.

Ahora el ojo avizor de la cuarta transformación se ha posado en el instituto nacional electoral y los excesos de los consejeros. El cadalso está listo para arrastrar a quienes se erigen como los salvaguardas de la democracia mexicana. Al presidente le estorban los “ciudadanos” que organizarán el proceso electoral del 2021. Los que sobrevivan tendrán que haber pasado por el vergonzoso ritual de la proskynesis. El presiente no ignora que cada uno de ellos atienden a una línea política y que provienen del reparto que en el pasado hacían las distintas facciones representadas en el congreso de la unión para garantizar el equilibrio de poder.

La endeble oposición está prolija, magnífica hasta la náusea los errores del régimen y han convertido las redes sociales en la arena pública, la disputa por la confianza del ciudadano es una mera guerra de “memes”. Olvidarse del activismo “de a pie”, es la peor decisión, la vulnerabilidad de los políticos en las redes sociales es consabida, la fragilidad del discurso y su efímera consistencia impide consolidar la opinión pública.

La cuarta transformación es necia, a fuerza de hastío busca implantar una idea ilusoria como posverdad, que no admite disputa ni crítica, con argumentos fatuos y desprovistos de elementos argumentativos que soporten el dogma presidencial.

Aún no es posible saber si el espíritu de la cuarta transformación ha fecundado en el ideario nacional o sufre un embarazo ectópico que habrá de ser abortado dejando al país en la ruina moral. En un país que construyó su concepción democrática en el caudillismo, no se puede dar el lujo de ver a su líder fracasar como el más simple de los mortales.

Sea pues Andrés Manuel López Obrador, mesías de “los nadies”, los olvidados, marginales ignorados, soñadores de igualdad, depositarios de la esperanza, ilusos confusos, deja los panes y los peces que las masas hambrientas necesitan creer.

@gandhiantipatro

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