Por: El Primo Feliciano
Aquí, en Santa María del Río: cuando la feria suena más fuerte que las sirenas.
Mientras en las redes oficiales de la presidencia municipal abundan invitaciones a ferias, bailes y fotos sonrientes, en los comentarios de la gente se escucha otra música: el clamor desesperado por ambulancias que nunca llegan, caminos que parecen campos minados y comunidades enteras que viven olvidadas en la penumbra. “Hacen falta más ambulancias”, escribe un ciudadano que recuerda dos emergencias recientes —una hace 15 días y otra hace apenas 8— en las que el teléfono de auxilio quedó mudo, mientras el dolor y la impotencia crecían frente a los accidentados. Esto no es un berrinche en redes sociales: es una denuncia de vida o muerte. Desde San José Alburquerque y sus comunidades llega otro grito: “El camino ya es intransitable… los carros se descomponen”. No es un capricho, es una realidad que golpea a quienes dependen de sus vehículos para ganarse el pan. Mientras tanto, la respuesta oficial es silencio… y más fotos de la feria.
Otros señalan la contradicción evidente: “Pues sí, todo muy padre, pero deberían mostrar las calles y sus alrededores… las comunidades necesitan luz, agua y más”. Parece que la iluminación de los escenarios festivos no alcanza para alumbrar las calles olvidadas ni para llevar servicios básicos a quienes más lo necesitan. Y cuando alguien intenta poner el dedo en la llaga, lo hace con claridad: “Cada petición o invitación tiene su tiempo… las calles y rancherías son importantes”. Traducido: la prioridad no debería ser la fiesta, sino las necesidades urgentes que, a estas alturas, ya deberían estar atendidas. La presidenta municipal, Isis Díaz, tiene en sus manos la oportunidad de demostrar que escucha y actúa. Porque las ambulancias, los caminos dignos, el agua y la luz no son lujos: son obligaciones. Y porque la verdadera fiesta para la gente no es una feria anual, sino vivir en un municipio donde la urgencia se atiende, las calles no se rompen y la autoridad responde. Hasta entonces, Santa María del Río seguirá siendo un lugar donde el ruido de la feria ahoga el silencio incómodo de las promesas incumplidas.
El narcomenudeo en esta región continúa siendo un problema latente que, lejos de ceder, parece encontrar terreno fértil ante la falta de acciones concretas. La reciente detención de una persona en posesión de droga, presumiblemente destinada a su venta, es un recordatorio de que este fenómeno opera a plena luz del día y a menudo con escasa resistencia. La Guardia Civil cumplió con su labor, detectando y asegurando al presunto responsable, pero el trasfondo del problema no se resuelve con capturas aisladas. Lo preocupante es que, en la administración municipal actual, no se perciben planes sólidos para prevenir y contener el avance de estos grupos que, poco a poco, van minando la tranquilidad de las colonias y comunidades. Las autoridades parecen moverse a golpe de imprevistos, reaccionando solo cuando el problema ya está frente a ellos, sin un diagnóstico claro ni políticas de largo plazo. Mientras tanto, los distribuidores de droga aprovechan cada espacio que la improvisación gubernamental les deja libre. La lucha contra el narcomenudeo exige más que operativos esporádicos: requiere coordinación entre instancias, inteligencia policial, programas de prevención y un compromiso real con la seguridad ciudadana. La población no puede seguir dependiendo de acciones aisladas que, aunque necesarias, resultan insuficientes para frenar un problema que avanza con paso firme.
Pues todo parece que la FEREB-2025, terminó con más pena que gloria. Nos leemos la semana próxima.