Ciudad Maderas

El Rapacejo

San Luis Capital

Por: El Primo Feliciano

Pues tal y como lo advertimos en nuestra nota informativa, el máximo evento, la fiesta popular por excelencia, la FEREB 2025, dejó mucho que desear. Y mire que ha habido ferias flojas, pero esta vez se llevaron las palmas como la peorcita.

Para muestra, un botón: hubo jornadas en las que el Teatro del Pueblo lució prácticamente vacío, con apenas unos cuantos asistentes resistiendo más por costumbre que por entusiasmo. Faltó ese “algo” que conecta con la gente, esa chispa que distingue a una fiesta popular de cualquier kermés improvisada. Sin embargo, como ya es costumbre, no tardaron en salir los informes oficiales y los boletines repletos de “éxitos”, de cifras alegres y de supuestos llenos totales que, en la práctica, nadie vio. Es el viejo recurso de tapar el sol con un dedo, aunque el pueblo –que es quien paga y asiste– siempre termina dando la calificación real.

Porque, al final de cuentas, las ferias no se miden por los discursos de quienes las organizan, sino por la memoria colectiva que dejan en la gente. Y en este 2025, la FEREB pasará al recuerdo no como una gran fiesta, sino como la edición que naufragó en la indiferencia. Ya vendrán otros años, otros intentos y seguramente otros discursos triunfalistas, pero la experiencia reciente deja claro que al pueblo no se le engaña tan fácil. Y será precisamente el pueblo quien dicte la sentencia: esta feria, simple y llanamente, no cumplió. A los niños, que esperan unas cuantas horas para disfrutar de los juegos mecánico gratis, debieron esperar hasta tres días después para disfrutar de “a grapa” de los juegos, porque primero fue lo primero; obtener las ganancias en los días de mayor afluencia, aunque luego los monos cilindreros van a salir a divulgar a los cuatro vientos que eso fue posible; “gracias al trabajo demuestra presidenta”. Ni siquiera el haber traído a los supuestos voladores de Papantla a engalanar los festejos feriales, sirvieron para levantar el ánimo a la gente. La neta, es que ya están “escamados”.

Mientras en municipios como Villa de Reyes se concentran esfuerzos y recursos en proyectos de verdadero impacto comunitario –como la inauguración de una planta purificadora de agua que atiende una necesidad básica, o la entrega de una Plaza Cívica completa con su kiosco, un espacio que sin duda fomenta la convivencia social–, aquí seguimos atrapados en la política del “foco”. Sí, del foco. Esa estrategia tan repetida y vacía en la que a alguna autoridad se le ocurre que colocar una lámpara en una calle o en la esquina de una comunidad es suficiente para hablar de progreso. Lo más curioso es que no se trata de un acto de gestión rutinaria –como debería serlo el alumbrado público–, sino de un espectáculo en sí mismo: llegan en comitiva, posan para la foto, sueltan el discurso y aseguran que con esa acción “llevan la magia de la luz”.

La narrativa oficial raya en lo surrealista: de pronto, el simple hecho de atornillar un foco se convierte en la gran transformación de un “Pueblo Mágico”. Según ellos, no es electricidad común, es la iluminación que cambiará la vida de todos los habitantes. Y claro, acompañan el acto con frases grandilocuentes: que si “la luz de la esperanza”, que si “el desarrollo que brilla en cada callejón”. Palabras bonitas que, al final, no ocultan la pobreza de la acción.

Lo preocupante es el contraste. Mientras en algunos municipios se destinan recursos a infraestructura útil y de largo plazo –agua potable, espacios públicos dignos, conectividad–, en otros se sigue administrando la pobreza política: exagerar lo pequeño, disfrazar lo mínimo de logro histórico y hacer creer que un foco es el equivalente a una obra monumental.

¿Será que las prioridades están invertidas? ¿O será que es más fácil vender espejitos, con luz incluida, que enfrentar el reto de planear proyectos serios? Lo cierto es que al pueblo no se le engaña tan fácil: una lámpara puede iluminar una calle, pero no ilumina las carencias, la falta de visión ni el rezago en el que siguen muchas comunidades.

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