El próximo miércoles 7 de mayo, la Capilla Sixtina será nuevamente el epicentro de la atención mundial, al dar inicio al cónclave que elegirá al sucesor del Papa Francisco, fallecido el pasado 21 de abril a los 88 años. Un total de 133 cardenales electores, provenientes de 71 países, se reunirán en estricto aislamiento para llevar a cabo este proceso, que combina tradición, espiritualidad y estrategia política.
A diferencia de cónclaves anteriores, el de 2025 se presenta como uno de los más impredecibles en la historia reciente de la Iglesia. No hay un candidato claro que concite un amplio consenso, y las divisiones entre las corrientes conservadoras y progresistas se han acentuado. Figuras como el cardenal Pietro Parolin, actual secretario de Estado del Vaticano, y el cardenal filipino Luis Antonio Tagle, representante del ala progresista, son mencionadas entre los posibles papables, aunque sin un respaldo mayoritario evidente.
El proceso comenzará con una misa solemne en la Basílica de San Pedro, seguida por el ingreso de los cardenales a la Capilla Sixtina, donde se realizarán hasta cuatro votaciones diarias. Para ser elegido, un candidato debe obtener al menos dos tercios de los votos. Si tras 33 o 34 votaciones no se alcanza un consenso, se procederá a una segunda vuelta entre los dos cardenales más votados, aunque seguirá siendo necesaria la mayoría calificada.
La elección del nuevo pontífice se da en un contexto de tensiones internas y desafíos globales para la Iglesia Católica. La dirección que tome el próximo Papa será determinante para el futuro de la institución, en aspectos como las reformas iniciadas por Francisco, la relación con otras religiones y la postura frente a temas sociales contemporáneos. El mundo espera con expectación la fumata blanca que anunciará al nuevo líder espiritual de más de mil millones de católicos.
