Por: El Jofrito
Algo retrasados se llevaron a cabo los eventos para recordar el Día Internacional para la erradicación e la Violencia contra las mujeres, lo hicieron el 26 de noviembre, cuando en todo el mundo se hizo el 25, justo cuando se cumplieron 64 años del brutal asesinato de las tres hermanas; Minerva, María Teresa y Patria Mirabal ocurrido en República Dominicana el 25 de noviembre de 1960.
Este día supone una jornada de reflexión, denuncia, visibilidad y movilización contra las violencias que sufren las mujeres y que perpetúan la desigualdad ya arraigada en la historia.
Eran cuatro hermanas, sobrevivió una; Bélgica Adela Mirabal Reyes conocida como Dedé, fue la única de las hermanas que no fue asesinada, ella no iba en el jeep cuando fueron interceptadas sus hermanas, para luego asesinarlas. La verdad es que nada hay para celebrar, es una fecha que debe mover conciencias. La verdad., dudamos que quienes organizaron esa “celebración” siquiera sepan por qué se conmemora esa fecha. No se trata del trillado slogan de “respeto y no violencia contra las mujeres”, hay mucho más, quien esta columneja escribe ha realizado un trabajo extenso sobre este tema, el de “Las Mariposas”, como eran conocidas las Mirabal, el movimiento en el cual participaban para tratar de derrocar al sanguinario dictador de República Dominicana
El 25 de noviembre de 1960, los cuerpos de las hermanas y su conductor, Rufino de la Cruz, fueron encontrados en el interior de un jeep al fondo de un barranco, en un intento por disfrazar el asesinato como un accidente. Pero hubo muchos detalles que sacaron a flote la verdad y uno de ellos es que, cuando las bajaron del jeep, una de ellas, al parecer Minerva alcanzó a gritar a los ocupantes de una camioneta repartidora de cilindros de gas, que iban a su pueblo a “Ojo de Agua de Salcedo” (hoy con el nombre oficial de Provincia Hermanas Mirabal), la mujer alcanzó a gritar; “Somos las Mirabal, de Ojo de Agua de Salcedo”, nos van a matar”, como efectivamente así sucedió.
Tras la muerte de sus hermanas, Dedé vivió en la casa donde nacieron y trabajó para preservar la memoria de sus consanguíneas, a través de la Casa Museo Hermanas Mirabal, que también se encuentra en Salcedo, ella falleció el 1 de febrero de 2014. Publicó un libro; “Vivas en su jardín”, publicado el 25 de agosto de 2009.
En 1981, en Bogotá, Colombia se realizó el Primer Congreso Feminista Latinoamericano y del Caribe, ahí se tomó la decisión de conmemorar esta fecha como el Día de la No Violencia Contra las Mujeres. En diciembre de 1999, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró oficialmente el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer o Violencia de Género.
Por cierto, uno de los gobiernos emanados del PRI (no había de otros), otorgó el Collar del Águila Azteca a ese sanguinario dictador Rafael Leónidas Trujillo, a quien tras los homicidios de las hermanas Mirabal, lo ejecutaron sus mismos protegidos, apenas unos meses después. Su hijo Ramfis Trujillo, de quien se dijo no era su hijo, sino su entenado, algo que nunca fue desmentido, tuvo que entrar a escondidas a la iglesia donde estaba el cuerpo de Leónidas, para sacarlo y llevárselo, porque la gente enardecida pretendía sacarlo para quemarlo. Los tiempos de gloria del dictador se habían terminado. Por cierto, Ramfis murió el 29 de diciembre de 1969, en Madrid, España, en un accidente de tránsito, se había autoexiliado tras fusilar a los implicados en el ajusticiamiento del sátrapa, no los mandó fusilar, él mismo los asesinó.
Los asesinos intelectuales de las Mirabal fueron; Rafael Leónidas Trujillo, Generalísimo y jefe de Estado de la República Dominicana. José René “Pupo” Román Fernández, Secretario de Estado de las Fuerzas Armadas. Cándido Torres Tejada, Jefe de Operaciones del Servicio de Inteligencia Militar en la estación central en Ciudad Trujillo. Los sicarios: Víctor Alicinio Peña Rivera, Ciriaco de la Rosa, Ramón Emilio Rojas Lora, Alfonso Cruz Valerio. El cubano renegado Emilio Estrada Malleta, Néstor Antonio Pérez Terrero y José Andeliz. Los sicarios fueron sentenciados a la pena máxima de cárcel; 30 años, pero ninguno pagó su delito, les consiguieron pasaportes falsos y huyeron. Hasta donde se sabe, el último sobreviviente murió hace cosa de dos o tres años; viejo, enfermo y vilipendiado.