Por: El Jofrito
Hay decisiones que, por más que se intenten justificar, terminan revelando más de lo que aparentan. Tal es el caso de la inminente pavimentación de la calle Juan de la Barrera. Quienes conocen la zona —o al menos se han dado una vuelta por ahí— saben bien que más que una calle, parece un callejón. Un tramo de apenas 100 metros, quizá menos, en el que hay solo tres viviendas: dos abandonadas y una más habitada por una funcionaria de la actual administración municipal.
Cuando se habla de obra pública, de inversión municipal, de recursos que provienen de los impuestos de todos, lo mínimo que se espera es un criterio de utilidad colectiva. Que las obras lleguen a donde realmente se necesitan. Que se repare lo que duele. Y si de dolor ciudadano hablamos, basta con recorrer cualquier colonia o comunidad del municipio para ver las heridas abiertas en el asfalto. Los baches son más frecuentes que las luminarias, y muchas calles, verdaderas arterias del tránsito diario, llevan años clamando por mantenimiento.
No se trata de oponerse a que se pavimente una vialidad. Se trata de preguntar por qué ahí, por qué ahora, por qué ese tramo exacto. Se trata de exigir transparencia y congruencia. Porque si hay recursos, como se ha dicho, lo más sensato sería asignarlos a zonas donde transita la mayoría, donde viven más familias, donde mejorar una calle puede incluso cambiar la dinámica económica o social de una colonia entera.
Resulta inevitable pensar si esta obra fue propuesta o avalada por alguno de los integrantes del Consejo de Desarrollo Municipal. Y si es así, sería sano conocer los argumentos, los criterios, las prioridades. Porque eso de que se escuchan las voces del pueblo debe verse reflejado en las obras, no solo en los discursos.
Las y los ciudadanos no quieren dádivas, quieren justicia. No buscan calles relucientes frente a las casas de los funcionarios, sino vialidades seguras frente a sus escuelas, mercados y centros de salud. Si la pavimentación de Juan de la Barrera sigue adelante, que sea con plena claridad. Pero también con la conciencia de que muchas otras calles, más transitadas y necesitadas, seguirán esperando. Y eso, tarde o temprano, también se cobra en las urnas. La calle Juan de la Barrera, que se va a pavimentar en las próximas semanas, de hecho, es solo un tramo de unos 100 metros, tal vez menos y ahí solo hay tres casas, dos abandonadas y una ocupada por una funcionaria de la actual administración municipal. La verdad es que, si hay recursos, pues deberían enfocarlos a donde en realidad hagan falta, hay mucho trabajo de bacheo por hacer, la verdad eso la ciudadanía se los agradecería. Igual, eso que llaman calle, más bien parece ser un callejón. En fin, hay que ver si fue alguna propuesta que haya hecho alguno de los integrantes del Consejo de Desarrollo Municipal.
Parece habrá bastante movimiento estos días. Y no es para menos: se avecinan las fiestas patronales en honor al Señor de la Piedad, y como cada año, la actividad se acelera en todos los frentes. Sin embargo, lo que ha llamado la atención de muchos es la posible visita del gobernador del estado, Ricardo Gallardo Cardona, quien —según versiones extraoficiales— estaría esta misma semana en el municipio para inaugurar el Arco de Bienvenida y supervisar los avances de la Unidad Deportiva del barrio de El Santuario, dos obras financiadas por el Gobierno del Estado.
Ambas obras son, sin duda, relevantes. La del arco, por su carácter simbólico y su ubicación estratégica a la entrada de la cabecera municipal; la de la unidad deportiva, por su impacto directo en la comunidad, especialmente para niñas, niños y jóvenes que requieren espacios dignos para el deporte y la convivencia. Lo que no deja de causar cierto ruido es el momento político y la forma en que estas obras han sido gestionadas y puestas en funcionamiento.
El arco, por ejemplo, fue abierto a la circulación no con una ceremonia formal, sino por iniciativa de ciudadanos que, viendo encima las festividades y el tráfico desviado, decidieron liberar la vialidad antes de que llegaran los discursos oficiales. ¿Improvisación? ¿Falta de coordinación? ¿Prioridades mal trazadas? Lo cierto es que ese acto espontáneo, aparentemente menor, dice mucho del ánimo ciudadano: cuando la necesidad aprieta, la gente actúa, incluso si eso significa adelantarse a los tiempos del protocolo gubernamental.
En cuanto a la Unidad Deportiva, su avance es un motivo de expectativa y, por qué no decirlo, de esperanza. El barrio El Santuario ha esperado durante años una infraestructura que permita a la juventud tener un espacio digno, funcional y seguro. Que el gobernador venga a supervisar los trabajos puede interpretarse como una señal de interés por parte del Ejecutivo estatal. Pero también hay que decirlo: las obras deben hablar por sí solas, no solo en vísperas de eventos o cuando hay reflectores encendidos.
Porque más allá de los cortes de listón y las fotos para redes sociales, está la necesidad real de contar con espacios que perduren, que sirvan, que no se deterioren a los pocos meses. Obras útiles, funcionales, pensadas con sentido social más que con visión electoral.
Ojalá la visita del gobernador no se quede en un acto de presencia, sino que represente un compromiso verdadero con las comunidades del interior del estado. Porque Tierra Nueva, como tantos otros municipios, no necesita promesas de paso ni gestos para la galería. Necesita resultados que se sientan, que permanezcan, que mejoren la vida cotidiana de su gente. Y eso —como el verdadero desarrollo— no se inaugura. Se construye. Nos leemos la semana próxima.