Por: Martín Hernández
La reciente polémica sobre el uso de inteligencia artificial (IA) en la película “The Brutalist” ha vuelto a encender el debate sobre si esta tecnología tiene lugar en el cine. Dirigida por Brady Corbet, la cinta utilizó IA para afinar el acento húngaro de sus protagonistas, Adrien Brody y Felicity Jones. Aunque la intención era darle más autenticidad a los personajes, no han faltado críticas que lo ven como un paso peligroso.
Los que están a favor del uso de IA en el cine, según foros de discusión y medios especializados, como Entertainment Weekly, dicen que herramientas como esta pueden mejorar ciertos detalles sin tocar la esencia de las actuaciones. Además, pueden hacer más fácil la postproducción, dejando más tiempo y energía para la parte creativa. No es que la IA haga magia, pero puede ahorrar trabajo y sumar calidad.

Además, la IA está empezando a abrir puertas a nuevas formas de narrar historias. Por ejemplo, la tecnología puede generar entornos o personajes que antes habría sido imposible realizar con presupuestos ajustados. Esto podría democratizar el acceso a herramientas avanzadas, permitiendo que más cineastas independientes experimenten con sus ideas y lleven sus visiones a la pantalla grande.
Por otro lado, hay quienes no están nada contentos. Algunos creen que depender de la tecnología así le quita humanidad al cine, como menciona Guillermo del Toro, si se perdiera un poco de lo que hace especial al arte. Además, preocupa que el avance de la IA pueda reducir oportunidades para quienes trabajan en los detalles más técnicos de las películas. El miedo es que el cine se deslice hacia algo más mecánico que emocional.

Otra preocupación es el impacto que esto podría tener en el talento emergente. Si los estudios comienzan a depender más de la IA para ciertos aspectos, podrían dejar de invertir en el desarrollo de nuevos artistas, especialmente en roles técnicos y creativos. Esto podría limitar la formación de futuros profesionales y crear una brecha generacional en el dominio de habilidades esenciales para el cine.
Un artículo de Vulture resaltó que el uso de IA en “The Brutalist” podría interpretarse como una medida innecesaria, considerando que los actores ya habían recibido entrenamiento para el idioma y habían realizado un esfuerzo significativo en sus interpretaciones. La preocupación principal, según el medio, es que este tipo de intervenciones puedan convertirse en una solución rápida que reste valor al trabajo actoral y establezca una dependencia injustificada de la tecnología.
En respuesta a las críticas, el editor Dávid Jancsó, explicó que usaron Respeecher como una herramienta que ajustó detalles específicos en los diálogos en húngaro. Esto fue para pulir la pronunciación de algunas vocales y consonantes, pero el director dejó claro que esto no cambió la interpretación de los actores, quienes ya habían trabajado duro con una entrenadora de dialecto, la IA fue un toque final, no el pilar de la actuación.

La verdad, me parece que este drama con “The Brutalist” es un poco absurdo. Si solo usaron la IA para el acento, sin tocar el corazón de las actuaciones ni la visión del director, no veo el problema. La película, por lo que es, funciona perfectamente, y lo de la IA es apenas un detalle técnico que no cambia nada fundamental. Al final, es una herramienta, no una varita mágica que alteró todo.
El debate sobre la IA en el cine está lejos de cerrarse. Aunque puede ser una herramienta poderosa para mejorar y democratizar ciertos aspectos de la producción cinematográfica, también plantea preguntas importantes sobre el futuro del arte y la participación humana en él. Tal vez el verdadero problema no sea la tecnología en sí, sino cómo decidimos usarla: si la vemos como una aliada para potenciar la creatividad o como un atajo que le reste humanidad al cine. Como siempre, la clave está en encontrar un balance.