La ciudad de Los Ángeles vivió una segunda jornada de intensas protestas tras las redadas migratorias más grandes en 25 años, que dejaron alrededor de 50 detenidos, en su mayoría mexicanos. Las acciones provocaron enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas federales, quienes desplegaron gases lacrimógenos y bloqueos para contener los disturbios.
El presidente Donald Trump envió 2 mil elementos de la Guardia Nacional para frenar lo que su asesor Stephen Miller llamó una “insurrección”, mientras que el secretario de Defensa anunció que los marines están listos para intervenir si es necesario. Las escenas fueron de tensión: carritos volcados, enfrentamientos con piedras y banderas mexicanas en alto frente a agentes fuertemente armados.
El gobernador de California, Gavin Newsom, rechazó el despliegue federal y acusó al gobierno de provocar deliberadamente a la población. La ciudad de Los Ángeles, declarada santuario, prohibió el uso de recursos locales para colaborar con el ICE, mientras cientos de estudiantes abandonaron clases para unirse a las protestas.
El FBI y el ICE advirtieron que actuarán con firmeza contra los manifestantes que agredan a autoridades. Concejales y legisladores locales denunciaron represión, incluso contra familias y menores, y se comprometieron a proteger a la comunidad migrante en medio de esta escalada de tensión.