Por: Mario Candia
RECOMENDACIONES DEL CINE DE FEDERICO FELLINI
La Dulce Vida (Dolce Vita (1960) En esta cinta el Maestro Fellini nos retrata la decadencia, perversión y frivolidad de una sofisticada pero corrompida aristocracia, la banalidad del star system y, desde luego, los parásitos que les rodean, esos paparazzis que les hacen el juego o mendigan fotografías e historias sensacionalistas con las que alimentarse. También nos habla de religión y la iglesia. En definitiva, retrato de una anestesia existencial, intelectual y moral en la que el protagonista también caerá incapaz de vencer su propia crisis superado por la duda de si tiene talento para desarrollar una actividad creativa como escritor, o conformarse con la más agradecida labor periodística que realiza. Indefinición que se refleja también en su vida de pareja: por un lado es un conquistador empedernido pero por otro es incapaz de abandonar una relación estable que él mismo califica de “maternal”.

Ocho y Medio (8 y ½ . 1963) Lo que más sorprende de Fellini y su cine es que puede tratar las cosas más trascendentes con un aire bello, poético y divertido al mismo tiempo. El relato ofrece una descripción detallada de los ambientes de decadencia, superficialidad, frivolidad y lascivia que pueblan la ciudad de Roma y que convocan a los beneficiarios más visibles de la prosperidad económica del país de los últimos años. El grupo de gente famosa está formado por cantantes, actores y actrices, aristócratas, escritores, poetas, viejos ricos solitarios, ligones varios, prostitutas e hijos de la nueva burguesía que ha puesto el país en estado de obras, como muestran con insistencia las imágenes de las nuevas barriadas de la ciudad. Abundan en esta sociedad los oportunistas, los falsos amigos, los hipócritas, los chaqueteros, etc. Se sugieren paralelismos y semejanzas entre la decadencia de la Roma clásica y la despreocupación, indolencia, mediocridad, apatía y vaciedad de los representantes de la nueva sociedad italiana, a los que el film parodia, satiriza y censura. El metraje se presenta punteado de humor e ironía.

La Calle (La Strada. 1954) Un drama agridulce, maravilloso y emocionante, dónde el genio italiano desarrolla un argumento espléndido bajo un prisma recargado, intransferible y tragicómico, de una forma tal que aparece como una obra cercana e íntima, que extrae de sí misma, todo un juego dramático y neorrealista. La cinta es un retrato social de la miseria, de la calle y de los sentimientos. De los dos personajes principales, Fellini, logra que los sintamos pegadísimos a nuestra alma, a nuestra mirada, a nuestra experiencia: ese Anthony Quinn violento, despiadado y solitario, en una interpretación enorme, encarado a la idónea, maravillosa, ingenua y bufonesca Giulietta Massina, son dos de los personajes más memorables del cine. Extraordinaria la música de Nino Rota y la fotografía límpida de Otello Mantelli. Una obra maestra atemporal.
Las noches de Cabiria (Le Notte di Cabiria. 1957) La puesta en escena es la típica del cine italiano y la típica de Fellini. No hay nada al azar y todos los detalles están ahí porque algo significa. Un gran ejercicio de creatividad y de originalidad. Hipnótico. La dirección demuestra, además de oficio, arte. Cada plano, cada secuencia es algo así como un cuadro meticulosamente fotografiado que te invita a mirar; acompañado de una crítica sarcástica de la sociedad y de la religión. Una historia brutal, canalla y conmovedora. Nada que ver con lo que ahora estamos acostumbrados, interminables primeros planos con caras serias de dolor de hígado. La emoción y los sentimientos que transmite Giulietta Masina nos llegan directamente, como una flecha ardiendo, hasta el corazón y nos hacen partícipe de su pena, impotencia y dolor. Resumiendo: película obligada para los amantes del séptimo arte.
