Por: El Primo Feliciano
Mucho misterio… para tan poco. Luego de semanas de especulaciones, silencios prolongados y publicaciones con más humo que información, por fin la alcaldesa dio a conocer el tan esperado cartel de grupos que amenizarán la FEREB 2025. Y como dice el dicho: tanto nadar para morir en la orilla. La expectativa generada —en parte por la falta de información oficial y en parte por los rumores que circulaban en redes— fue mucha. Pero el resultado ha dejado a la ciudadanía con un sabor agridulce, cuando no francamente desabrido. “Pan con lo mismo”, dicen muchos en los comentarios, y con justa razón: entre los nombres que encabezan el cartel hay grupos que, si bien en algún momento gozaron de cierta popularidad, hoy apenas figuran en el recuerdo… y eso si uno tiene buena memoria. Otros nombres incluidos ni siquiera provocaron reacción. Ni frío ni calor, simplemente indiferencia. La frase “ni les va ni les viene, sino todo lo contrario”, nunca había sido tan precisa. La gente quería sorpresas, variedad, talento fresco o al menos algún esfuerzo por innovar. Pero lo presentado parece más una fórmula reciclada que una propuesta pensada para un evento que, se supone, debe ser el orgullo del municipio. Y por si eso no fuera suficiente, el misterio continúa en torno a las actividades paralelas a los conciertos. ¿Habrá eventos turísticos? ¿Jornadas culturales? ¿Fomento a los artesanos locales? ¿Concursos, exposiciones, ferias del libro, gastronomía, algo? Hasta ahora, no se ha informado nada al respecto. Y considerando que el reloj corre y el inicio de la feria ya está a la vuelta de la esquina, todo indica que vamos hacia una edición más de lo mismo, sin visión renovada ni impulso al desarrollo local. La FEREB, si se lo propusieran, podría ser una plataforma para proyectar lo mejor del municipio: su cultura, su gente, su historia, su talento joven. Pero mientras las decisiones sigan tomándose desde el escritorio, con más cálculo político que sentido común, seguiremos viendo carteles flojos, actividades genéricas y promesas sin aterrizar. Y después preguntan por qué la gente ya no se emociona. Aunque les prometan que; “Ya viene la magia”.
La calle Juan de la Barrera, en Santa María del Río, por fin verá llegar la pavimentación. Con ceremonia incluida, fotos, discursos y la infaltable frase de cajón —“se vienen muchas cosas buenas”— las autoridades locales dieron el banderazo de arranque a un proyecto que, aunque necesario, no deja de venir acompañado por ese aire de formalidad acartonada que suele envolver este tipo de eventos. Y es que la frase “más obras y más bienestar” ya parece sacada del archivo permanente del discurso oficialista. La repiten como mantra, con la esperanza de que, a fuerza de repetirla, se vuelva realidad. Lo cierto es que la pavimentación de Juan de la Barrera es una acción positiva, nadie lo niega. Mejorará el tránsito, reducirá los problemas en temporada de lluvias y seguramente beneficiará a los pequeños comercios de la zona. Pero también es justo reconocer que una calle no hace el cambio, y mucho menos cuando hay otras tantas en el abandono. La ciudadanía ha colaborado, ha pedido, ha insistido. No es una obra que nació del escritorio de algún funcionario iluminado, sino de la voz constante de los vecinos, que han exigido mejoras con argumentos y paciencia. Y por eso, el mérito es compartido, aunque en la ceremonia solo veamos las sonrisas de siempre al centro del reflector.
Pero mientras en Juan de la Barrera se alistan para ver llegar el concreto, en San Juan Capistrán aún viven a oscuras. Vecinos de la comunidad recuerdan —con una mezcla de resignación y sarcasmo— que la calle 20 de Noviembre lleva más de dos años sin alumbrado público. “¿Para cuándo, señora presidenta?”, preguntan, como quien lanza una botella al mar esperando que alguien conteste desde la costa del poder. La semana próxima nos leemos.