La inflación en México descendió a 3.59% en enero, su nivel más bajo desde 2021, según el INEGI. Este descenso ha beneficiado a los consumidores al estabilizar los precios de productos básicos. Sin embargo, economistas advierten que la baja inflación puede reflejar una desaceleración económica. La reducción en el costo de alimentos y energéticos podría estar vinculada a una menor demanda en el mercado interno.
El Banco de México reaccionó a esta situación reduciendo la tasa de interés en 50 puntos base, situándola en 9.5%. Esta medida busca incentivar el crédito y fomentar la inversión para evitar una contracción económica. No obstante, expertos advierten que tasas demasiado bajas podrían generar un sobreendeudamiento que afecte la estabilidad financiera.
Casos internacionales, como el de Japón en los años 90, muestran que una inflación baja y prolongada puede derivar en un estancamiento económico. En México, sectores clave como la manufactura y la construcción han mostrado signos de desaceleración. Aunque el gobierno descarta riesgos de recesión, analistas consideran que los próximos meses serán cruciales para definir el rumbo económico.
El panorama sigue incierto, y la población deberá estar atenta a las decisiones de las autoridades financieras. Si bien la baja inflación alivia el costo de vida, una caída excesiva podría traer problemas a largo plazo. Un equilibrio entre estabilidad de precios y crecimiento económico será clave para evitar una crisis mayor.