Por: Adriana Ochoa
La semana cierra con un nuevo intento. El Partido Acción Nacional, otrora faro de la alternancia, se ha embarcado en lo que sus líderes denominan un “relanzamiento” con logotipo y mercadotecnia más adecuados para productos de lavandería.
Desde el Frontón México se ha querido dibujar una nueva etapa. Sin embargo, el entusiasmo de su cúpula choca de bruces con la frialdad de los hechos y la historia reciente. No hubo foros, consultas a las bases, un auténtico ejercicio de autocrítica que definiera el rumbo. El vacío resuena. Es un mero ejercicio de mercadotecnia.
El líder nacional, Jorge Romero Herrera, prometió reconquistar la alternancia cuando asumió el cargo. Triunfalista, anunció una proeza electoral en 2027, una retórica audaz cuyo eco se ensombrece ante la realidad de su elección interna.
Romero ganó con una participación raquítica. Apenas el 45% de los 277,665 militantes panistas acudieron a las urnas. La desmovilización de su propia militancia es el primer gran aviso de que la épica discursiva no corresponde al ánimo real de las bases. El entusiasmo parece ser un asunto exclusivo de la dirigencia.
Ayer, en su discurso, Romero Herrera anunció que el futuro del PAN “no dependerá de ninguna alianza partidista, ni pasada, ni presente, ni futura”. Es un punto final a la era de las coaliciones obligadas. El líder asegura que “ninguna sigla se antepondrá al PAN”.
En San Luis Potosí, las siglas panistas recuperaron la alcaldía capitalina en 2018 y confirmaron permanencia en las elecciones de 2021 y 2024. El tema es que los candidatos, primero Xavier Nava Palacios y luego Enrique Galindo Ceballos, no tenían militancia azul. El primero era diputado del PRD y el hoy reelecto presidente municipal tunero es priista.
La última vez que el PAN en San Luis Potosí encaró un desastre electoral en la capital potosina fue con un candidato propio, en 2015. Y con miras a la elección para gobernador de 2027, no hay un perfil panista hasta ahora que destaque como posibilidad real de competencia para el gobernante Partido Verde Ecologista. Jorge Romero y su propuesta de panismo amurallado podría estar pavimentando el camino a la nada del PAN potosino en la cita del 2027.
El viraje anunciado de Romero Herrera es drástico y ambicioso. Promete un nuevo método de selección de candidatos. Habrá elecciones primarias abiertas a la ciudadanía y encuestas cualitativas, donde “la gente decidirá quién nos representa”. Romero promete el “regreso de la meritocracia” al partido.
La historia del panismo potosino es el paradigma perfecto del declive. El cenit de Acción Nacional en San Luis Potosí tiene nombre: Marcelo de los Santos Fraga. En 2006, con su gubernatura a mitad de periodo, el PAN tocó sus cotas más altas.
Lo que siguió fue un muestrario de autodestrucción política. Disputas internas, victorias que se daban por seguras y la incapacidad de gestionar la sucesión desmoronaron el andamiaje. Un PRI mediocre y pragmático supo capitalizar aquella división. No hubo otro Marcelo a la vista. Sí en cambio un panismo padronero que funcionó como agencia de colocaciones para los familiares y amigos de las dirigencias, cabildero de constructores, excluyente, “negociador” y corrupto.
La elección concurrente de 2024 redujo la geografía de lealtades blanquiazules en San Luis Potosí a su mínima expresión. El panismo se contrajo a un distrito federal y a dos distritos locales, todos ellos anclados en el municipio capitalino que gobierna la alianza PAN-PRI-PRD.
El camino del relanzamiento que anuncia Jorge Herrera se topa con el fantasma de las viejas prácticas. Figuras como Armando Tejeda Cid, secretario de Planeación del CEN y con fuertes lazos entre algunos panistas de San Luis Potosí, empañan la promesa de la meritocracia. Su currículum incluye una elección municipal en Sahuayo anulada por uso fraudulento de recursos públicos.
Como tesorero de Sahuayo, Tejeda Cid usó un equipo de futbol para posicionar su imagen y desvió recursos públicos por casi dos millones de pesos al equipo, su plataforma política. Trácala sobre diseño.
La presencia de personajes así en la nueva cúpula del pan “relanzado” contradice la retórica de la transparencia. ¿Cómo creer en el regreso de la meritocracia cuando se arropa a individuos con expedientes de fraude y uso de recursos públicos?
Además del logo que remite a producto de lavandería, no hay trazo claro de cambio. Está por verse si el PAN de Romero logra levantarse de la lona política. Un PAN acosado por Morena en las encuestas nacionales y jibarizado por el Partido Verde a nivel local en San Luis Potosí.
Es cierto que tanto el régimen de Morena a nivel nacional como el gobierno de Ricardo Gallardo en San Luis Potosí atraviesan momentos de alto riesgo. El barrizal que recorre la presidenta electa no es solo el de las inundaciones. El verdadero lodazal que debe sortear es el del legado que le ha sido impuesto por su antecesor, Andrés Manuel López Obrador.
La paradoja es mayúscula. Mientras Sheinbaum intenta proyectar una imagen de cercanía y gestión eficiente ante la calamidad natural, la Cuarta Transformación le arroja a las espaldas el peso de su propia podredumbre. El contraste entre la acción personal y el legado institucional es abrumador. Una oportunidad servida para cualquier oposición.
En San Luis Potosí el gobierno de Ricardo Gallardo puede estar en graves dificultades, con manejos financieros opacos, demagogia, frivolidades, obras faraónicas y la grosería como política pública, pero no es la oposición que ha mostrado el PAN quien se las plantea. Le lleva más claro un contrapeso emergente Morena, el “aliado” con el que Gallardo se hizo del poder.
Uno esperaría que la corrupción política fuera capitalizada por una oposición vigilante. Pero el bloque opositor vive en una defensiva permanente, sin capacidad de conectar con la gente más allá de las burbujas mediáticas. No logra trascender el encono y el señalamiento. No ofrecen una alternativa creíble, ni un relato que seduzca a quienes viven la frustración de la impunidad. Su incapacidad para articular un mensaje que resuene en la calle es un regalo para el oficialismo.
Con sus tropiezos de mercadotecnia y sus líderes cuestionados, lo único que la oposición conseguirá es hacerle un favor al adversario. El relanzamiento panista huele más a desesperación que a estrategia.