A punto de festejar el aniversario 113 del inicio de las hostilidades que darían paso a eso que llamamos Revolución Mexicana. Posteriormente, el constituyente de 1917 nos daría una constitución política y refrendaría el pacto federal. Con el tiempo el partido hegemónico que gobernaría nuestro país por casi todo el siglo XX se apropió del uso casi exclusivo del término “revolucionario”. El culto a los caudillos desde la visión histórica del estado permitió ocultar la realidad, que fueron los cacicazgos los que constituyeron la base de la estructura de poder del partido revolucionario institucional. En cada estado había un cacique local que por lo general sería gobernador y él a su vez, favorecía pequeños caciques regionales que solo atendían a sus intereses.
La estructura clientelar constituida a través de los sectores que constituían la base territorial del partido, la CNOP (confederación nacional de organizaciones populares) igual que la CNC (confederación nacional campesina) fueron por mucho tiempo el frente de batalla del partidazo, mientras que la CTM (confederación de trabajadores de México) ejercía su poder en los centros de trabajo. Los sectores y las organizaciones de jóvenes y mujeres constituían la vida interna del partido, le daban vida y hasta las constantes disputas por las migajas de poder eran necesarias para regular la dinámica del sometimiento de los grupos locales a la dominación de la política que se dictaba desde el centro, siempre prevalecería la voluntad del presidente de la república y su círculo cercano, que también recibía concesiones. Con el tiempo se constituyeron e institucionalizaron rituales, códigos de conducta y hasta reglas no escritas que les dieron a los procesos de sucesión -sobre todo- un aire de misticismo.
El trato de perros que recibían los gobernadores del PRI se compensaba con el derecho que les asistía a tratar de la misma forma a los alcaldes de su estado y así sucesivamente hasta llegar al encargado del basurero municipal en una larga cadena de abusos e indignidad. En San Luis Potosí el ejemplo es que pasamos del cacicazgo de Saturnino Cedillo al de Gonzalo N. Santos, y de Antonio Rocha Cordero al otrora poderoso líder del sindicato de maestros Carlos Jonguitud Barrios que por un desliz caería de la gracia presidencial. Podríamos decir que en San Luis Potosí el ultimo cacique sería Horacio Sánchez Unzueta, siempre hábil en las distancias cortas y con la cualidad de colocarse a favor del viento. Conforme se fue degradando la clase política se ha renovado su posición de político desahuciado a gurú de todas las guerras. Recientemente visitó Ciudad Valles y tuvo más poder de convocatoria que la dirigente local del PRI Sara Rocha Medina o incluso el alcalde capitalino Enrique Galindo Ceballos.
Dicen que los edificios simbolizan el poder, el vetusto edificio que alberga las oficinas del comité directivo estatal del PRI se encuentra en un grave deterioro, las puertas están vencidas y las paredes no importa cuantas manos de pintura le coloquen ya se notan percudidas, la humedad ha penetrado sus cimientos y hasta el anuncio luminoso que servía de sombrero está desde hace años apagado. En el lugar solo quedan los ecos de cuando las multitudes abarrotaban los accesos y el auditorio construido en el fondo del predio se atiborraba de militantes que ilusionados coreaban los estribillos y las loas a su personaje favorito. Que algarabía la de aquellos lacayos haciendo caravanas y cantando alabanzas, hoy ya no quedan ganas de gritar ni siquiera de dolor, solo las quejumbres, los rechinidos de las puertas y los olores nauseabundos de un cadáver que ha comenzado a expulsar las mismas.
En la mayoría de los municipios ya ni siquiera existen oficinas o persona responsable que dé la cara por el partido y salga a la calle y diga: orgullosamente priísta, ¡vamos a ganar! Es la peor época en la historia de ese partido para ser priísta, uno pensaría que Sara Rocha Medina con la experiencia que la caracteriza sabría las condiciones en que se encontraba el partido a nivel local antes de montarse en puerca pinta creyendo que iría en caballo de hacienda. Hasta doña Frinné Azuara que desde la secretaría general ha hecho un papel verdaderamente lamentable, como se nota que no es lo mismo andar haciendo grilla en los altos niveles del grupo Atlacomulco cuando gobernaban el Estado de México y la presidencia de la república que venir a disputar un zapato y una caja de cartón en este basurero. Dicen que la señora es además de culta, un encanto en la mesa, pero pues para eso hacen falta interlocutores, gente con un mínimo de acervo cultural para establecer una dinámica que retroalimente y enriquezca la conversación. Aquí puro peso pluma y cumbia vallenata.
Por si hacía falta de un acto ignominioso para ejemplificar mejor la debacle priísta la dirigente estatal Sara Rocha compartió en su cuenta de Instagram una felicitación al gobernador del estado Ricardo Gallardo Cardona por su cumpleaños, habrase visto semejante acto de abyección, ora sí que ni el gobernador se molestó en darle like, o quien quiera que sea que maneje su cuenta. Aunque tal vez ese guiño le gane una propina, dadas las condiciones del próximo proceso electoral igual y al jefe del ejecutivo se le ofrezca una dirigencia esquirol para asuntos medianamente relevantes. Sara viene a disputarse con el grupo de Enrique Galindo las migajas que escurren del plato de los panistas. Aparentemente Sara Rocha y Verónica Rodríguez se llevan bien, y se sienten empoderadas, pero solo por un rato, al final terminan reconociendo que el poder en cada uno de los partidos sigue siendo hombres y ellas solo contestan el teléfono y dan recados.
La política sigue siendo un asunto de hombres, y no tanto porque se quiera ensalzar el discurso machista, pero es que tampoco las doñas se dan su lugar, llegaron a sus cargos por el favor de un hombre, y la razón fue que la imagen que se pretende dar en la actualidad es la del progresismo que respeta las minorías y valora el aporte de los grupos vulnerables que han sufrido la esclavitud y el abuso sistemático e institucional. Ya casi es hora de ver políticos no binaries y queer haciendo el ridículo como los heteros y la amplia gama de LGTB’s, porque ahora todo se trata de estar a la moda, no tanto de tener capacidad y argumentos.
Sea pues Sara Rocha Medina, cuatro décadas desde que llegaste del real, quien diría que algún día tu serías quien pondría el último clavo del ataúd. Puede que ese chicle, aunque muy mascado todavía tenga sabor para darte una última diputación plurinominal, aunque sea local y tengas que servir de cortesana para el rey de los verdes.
@gandhiantipatro