Era su padrastro
La bebé de 1 año vomitó y eso fue suficiente para que la matara a golpes
Se llama Martín Gerardo Estala, tiene 31 años; el 1 de julio, mató a golpes a la pequeña Mía de casi un año de edad; el pecado de la bebé fue vomitar en su presencia. No vivió para contarlo.
Mía no era su hija, pero junto con su madre, vivía bajo el techo del asesino en el andador Olivos, en Ciudad 2000, en la capital de San Luis Potosí.
De acuerdo con las investigaciones de la Fiscalía, el día de su muerte, Mía presentó algunos malestares que la llevaron a deponer frente a su verdugo, quien estalló como poseído por el demonio y comenzó a golpearla sin control, ante la mirada atónita y cómplice de su madre Irma Dimas Gómez, de apenas 18 años.
Concluido el episodio de ira, Martín Estala se percató de que la bebé había muerto, pero no se asustó. Con sangre fría, ordenó a Irma que la tomara en sus brazos y así, con el cuerpecito apenas envuelto con una manta, recorrieron 27 kilómetros de la carretera a Rioverde.
De pronto, se desviaron en un camino de terracería que conduce a la comunidad La Esperanza, del municipio de Villa de Zaragoza. Ahí, amparados en la sombra de la noche, Irma y Martín Gerardo comenzaron a cavar una improvisada tumba para Mía Guadalupe.
Los días siguientes, la madre se ocultó, así que la abuela de la bebé decidió presentar una denuncia por desaparición. De esta forma, la Fiscalía publicó una pesquisa con los rostros de la joven madre y la bebé; las dos fueron vistas por última vez el viernes 3 de julio a las 18:00 horas. Fueron instantes de angustia para la familia, pero lo peor estaba por venir.
El martes 6, Irma apareció, pero sin la bebé; llegó a casa de su madre, ubicada en la Unidad Habitacional Fidel Velázquez, en el municipio de Soledad de Graciano Sánchez.
Irma sólo tiene 18 años, su madre la obligó a acudir ante las autoridades para buscar a la pequeña Mía, pero al relatar los hechos de la desaparición, cayó en contradicciones, así que terminó por confesar la verdad: su pareja sentimental había matado a su hija y ella le ayudó a enterrarla.
Dijo que nada pudo hacer cuando Martín Gerardo comenzó a golpearla tan solo porque vomitó. Así que, consumado el crimen, decidieron deshacerse del cadáver y continuar su vida normal.
Muy pronto, amigos y vecinos notaron la ausencia de la bebé, así que el asesino se dio a la fuga, dejando a Irma con el problema.
Al final, fue la propia joven quien llevó a los agentes de la Policía de Investigación y al personal de Servicios Periciales hasta los matorrales de la comunidad La Esperanza, donde junto con su pareja habían intentado enterrar el cadáver y sí, bajo un huizache semienterrado, estaba el cuerpecito de Mía. En ese momento, la mujer quedó detenida; su futuro, ahora depende de un juez, igual que Martín Gerardo, detenido, inicialmente por posesión de drogas.