La presidenta estatal del PRI, Sara Rocha Medina, admitió públicamente que ha entablado negociaciones con el gobernador Ricardo Gallardo Cardona, algunas ya concluidas y otras próximas, en plena preparación del proceso electoral 2027. Estas gestiones, dijo, buscan apoyar a presidentes municipales priistas y gestionar recursos, aunque la alianza PRI‑PVEM no gobierna en buena parte del estado.
Su discurso busca presentarse como pragmático y cercano a la ciudadanía, pero despierta cuestionamientos: ¿hasta qué punto estos diálogos significan sumisión a los intereses del poder estatal en vez de defensa firme de autonomía partidista? La prioridad del partido no debería ser “caminar, negociar y transitar” sino reforzar su identidad y estructura sin depender exclusivamente del ejecutivo.
Vale recordar que Rocha fue reelegida en un proceso exprés en diciembre de 2024, que diversos actores calificaron como una consolidación poco democrática de su liderazgo; y aunque el Tribunal Electoral del Estado de San Luis Potosí desechó los reclamos en su contra, ese episodio evidenció una centralización autoritaria en su figura. Además, su impugnación a la exoneración de un periodista por violencia política de género —fallida ante el TEPJF— expuso falta de visión ante críticas públicas y una tendencia al litigio como reacción defensiva.
En este contexto, la insistencia de Rocha en resaltar la necesaria negociación política suena más bien a una justificación pública ante la pérdida de independencia del PRI local. Si el partido “se renueva” con ella al frente, como asegura, ¿por qué recurre a acuerdos discretos con el PVEM para avanzar? Este tipo de alianzas deben ser transparentes y fortuitamente responsables, no gestadas desde la opacidad del poder.
Mientras tanto, militantes inconformes y voces críticas dentro del partido siguen advirtiendo sobre vacíos de rendición de cuentas. Rocha se presenta como una figura moderada y conciliadora, pero su cercanía con el gobernador y la falta de autocrítica ante procesos cuestionables reflejan una dirigencia más cercana al pacto político que a la consolidación interna. El PRI en San Luis Potosí podría estar cambiando su rostro, pero no su dependencia.