Por: Adriana Ochoa
Por anatomía y evolución, las gallinas no vuelan, o al menos no lo hacen de forma sostenida y a grandes alturas como otras aves. El vuelo gallináceo es corto, errático y de poca altura. Se puede añadir que con frecuencia es un acto desesperado, apenas simbólico de fuga.
A estas dignísimas aves de corral no les ayuda la relación peso-alas, lo que en principios de aeronáutica se llama “carga alar”: las gallinas tienen alas relativamente pequeñas en comparación con su peso corporal. Tampoco tienen huesos huecos que aligeren su peso (neumáticos, llenos de aire) como otras especies emplumadas.
Sus músculos pectorales, aunque presentes, no están adaptados para el esfuerzo continuo y potente que requiere el vuelo prolongado. Y no hay diferencia significativa en la capacidad de vuelo entre gallos y gallinas. Ambos comparten las mismas limitaciones anatómicas. Cuando mucho pueden realizar aleteos explosivos y saltos de unas decenas de centímetros, especialmente para escapar de una amenaza inmediata.
Gallinas, gallos y pollos pagan con un vuelo triste, dramático y poco eficiente su relación con los humanos. Son aves que han evolucionado y sido domesticadas de una manera que ha minimizado su necesidad de un vuelo sostenido.
El tiempo, como la evolución, revela verdades incómodas. La presa Las Escobas, promesa largamente esperada, se queda en promesa, “en estudio” o váyase a saber qué limbo retórico, técnico o financiero. Su construcción, dice el gobernador Ricardo Gallardo Cardona, no es rentable.
No, nadie mostró el estudio que concluyó en ese dictamen. Tampoco reveló quién lo hizo. Apenas en marzo pasado, el Gobierno del Estado anunciaba La Presa Las Escobas como una gran obra hídrica a iniciar ese año.
La primera fecha programada para el arranque fue julio, pero en mayo la delegación de Conagua urgía que gobierno estatal no había entregado el proyecto ejecutivo necesarios para la construcción, operación y mantenimiento de la obra.
El gobernador aseguró que el inicio de esta obra se haría en agosto próximo. Y a unas semanas de agosto, descarta todo. Anuncia como mejor oferta el “hallazgo” de una cuenca subterránea suficiente para 50 años en el municipio de Villa de Hidalgo, a más de cuarenta kilómetros de la capital del estado. De Villa de Hidalgo se pretende extraer y traer el agua para la Zona Metropolitana. Una solución expedita, ¿la mejor?
El gobernador potosino plantó una férrea oposición al proyecto Monterrey VI, del gobierno de Nuevo León, para trasladar agua de la Huasteca Potosina, hacia la capital neoleonesa. Ya con un gobierno morenista, Tamaulipas se sumó a la ida de extraer agua de la Huasteca, para pagar la deuda hídrica con Estados Unidos por los acuerdos de aguas fronterizas de 1944.
Aquella defensa del agua potosina fue contundente. Pero hoy, la cuenca de Villa de Hidalgo, presentada como “hallazgo”, es un secreto a voces para la academia desde hace décadas. Numerosas tesis universitarias y del IPICYT lo confirman. No es un descubrimiento reciente.
Vino a enfriar las albricias oficiales el presidente del Consejo Hídrico Estatal (CHE), Jonathan Abraham Quintero García. El consejero advirtió que la extracción de acuíferos profundos en Villa Hidalgo requiere proyectos, que no están; estudios de impacto, que no han hecho, y planes ejecutivos, que la Comisión Estatal de Agua no fue capaz de hacer para la presa Las Escobas.
Aún si los criterios técnicos y socioambientales realizados confirman la pertinencia y factibilidad extractiva en Villa de Hidalgo, habrá que construir un acueducto de más de 40 kilómetros. La capital del Estado ya padece la falla permanente de un acueducto mal construido, deficiente, irresponsable, caro y opaco: el de El Realito.
El consejero dejó ver que fue el gobierno el que no cumplió en plazo con el proyecto técnico, los compromisos institucionales ni la gestión del terreno para la nueva presa, que por cierto no es “la solución” al abasto de agua para la zona metropolitana potosina, es sólo una parte.
El Grupo Universitario del Agua de la UASLP ha sido claro. No basta una presa. Se necesita un sistema integral: presas y pozos de absorción de agua pluvial excedente.
En la Agenda Hídrica, los investigadores universitarios asentaron que el volumen estimado de la presa Las Escobas “dependerá de la altura de la cortina”. En función de la cortina, puede captar hasta 8 millones de m3. Proponen que además se perfore un pozo de reinyección, para los tiempos extraordinarios de lluvia intensa cuando la capacidad de la presa Las Escobas llegue a su límite y en lugar de liberar el agua excedente se reinyecte al subsuelo.
Las Escobas debe ser una de varias presas que apoyen la captación alrededor de la Zona Metropolitana. Una sola presa no es solución. Otros gobiernos lo entienden mejor, o tienen verdadera voluntad de construir para el futuro.
Mientras, en la Ciudad de México, el gobierno de Clara Brugada se compromete en un proyecto de “Acupuntura Hídrica”: perforar pozos captadores de agua pluvial en cien puntos estratégicos. El proyecto integral incluye mantenimiento de fondo a la red de pozos existentes, retirar sedimentos de los vasos de captación, construir lagunas. Una visión de cuenca.
Otros buscan soluciones profundas y sostenibles. Aquí, en San Luis, la prisa parece dictar el rumbo. Soluciones rápidas, vistosas, pero muy cortas. ¿Por qué, de todos los proyectos federales hídricos, Las Escobas tiene el menor presupuesto? Peor todavía, ¿por qué esta obra no logra siquiera despegar?
El Plan Nacional del Agua 2024-2030 promete una inversión histórica. Ciento veintidós mil seiscientos millones de pesos para diecisiete proyectos estratégicos. A Sonora, por ejemplo, le apoyarán con un ambicioso sistema de presas. Una visión integral, similar a lo que el Grupo Universitario del Agua pide para San Luis.
Mientras El Novillo, Tunal II, Paso Ancho avanzan en el Plan Hídrico de la presidenta Sheinbaum, Las Escobas languidece. Su modesta inversión contrasta con la magnitud de la necesidad. Y ni así arranca.
San Luis Potosí merece una estrategia hídrica que no sea un espejo roto, un vuelo gallináceo sin relación entre esfuerzo, o aleteo, con los metros recorridos. Que refleje la complejidad del problema y la audacia de sus soluciones.
Al gobernador le dicen “El Pollo”. Su comunicación pública usa ese mote con efectividad: que sea una forma afectuosa, popular o hasta estratégica para su propaganda. Y no un referente para el alcance de un gobierno como ya hemos tenido antes.
La gestión del agua es un asunto de visión. De entender que lo urgente no siempre es lo más sabio. De mirar más allá del próximo sexenio.