Por: Adriana Ochoa
La sesión en la que se aprobó en San Luis Potosí la “supremacía constitucional” fue todo lo que cabía prever de una reforma imbatible a fuerza de aritmética legislativa. Ni Morena ni el Verde se molestaron en rebatir mucho. Dejaron patalear.
Lo verdaderamente revelador de esa jornada fue ratificar lo mal que han envejecido el PRI, el PAN y hasta el Movimiento Ciudadano del reelecto Marco Gama. Sin recursos, como escuelita, los opositores se fueron a los videos de las redes sociales para apoyarse.
Marcelino Rivera Hernández, leyó un texto que su propia lectura pedregosa dejaba asomar algo distante de su realidad, algo ajeno o muy maquillado. La “aliada” priista Sara Rocha lo descanchó con una pregunta con puntilla y su respuesta, sin guion, fue como de oratoria en secundaria, incluidos los gestos.
El morenista Carlos Arreola Mallol, él sí sin discurso, se excedió en la defensa de la reforma hasta el insulto; la priista Frinné Azuara no se la quedó y le advirtió que no iban a admitir ofensas personales. Echada para adelante, le recordó que quien utiliza los bajos fondos argumentales deja asomar su pobreza intelectual. El joven Arreola se disculpó de inmediato.
La barra morenista no iba a dar pábulo a más polémica de lo que sea necesario oír cuando puedes tumbar la postura opositora con mayoría aplastante. Bien por Frinné, con mucho la opositora de más hechuras en el hemiciclo. Bien por el joven Arreola, identificado con un grupo morenista al que se percibe altanero y de expedientes misóginos.
Cada vez más hundidos PRI y PAN en las urnas, sus figuras en San Luis Potosí no logran persuadir que de esas cenizas pueda salir otro proyecto competente. No levantan. El daño que ambas formaciones padecen resulta más evidente hoy que nunca. Generaciones de priistas y panistas que se apropiaron de todos los espacios en sus respectivos partidos, no permitieron pasar a los ajenos a sus grupos y dejaron por el camino un erial de liderazgos que durará mucho tiempo.
Por eso al gobernador Ricardo Gallardo Cardona no le preocupan los anteriores partidos gobernantes en San Luis Potosí, PAN y PRI. Su aliado de arribo a la gubernatura, Morena, resulta más desafiante después de la elección de junio: Gallardo lo ganó todo y su esposa, Ruth Miriam González, es senadora. Al Senado llegó también un gallardista, Gilberto Hernández Villafuerte.
Verde y Morena le dieron más de 826 mil votos a Sheinbaum. Separados en la competencia para el Senado, no le alcanzó a la candidata morenista, Rita Ozalia Rodríguez Velázquez, y el tercer escaño de mayoría fue para la panista Verónica Rodríguez.
Puyas y reproches por la curul senatorial negada a la candidata de Morena han corrido de ida y vuelta entre verdes y morenos. Más porque la hermana de Rita Ozalia es hoy la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez Velázquez.
Sí, en los perfiles de Gallardo hay fotos con Claudia Sheinbaum, los dos sonrientes. Fotos políticas que se apresuró a subir igual con liderazgos morenistas de proyección nacional: su cómplice de origen Mario Delgado, el aspirante presidencial Ebrard o Adán Augusto. De ahí que levante comentarios el que no haya foto de Gallardo con Luisa María Alcalde, la ahora dirigente nacional de Morena, en su visita del jueves pasado a la militancia potosina.
Ante un auditorio lleno, Alcalde convocó a “regresar al trabajo territorial”, un esquema que ha causado diferendos con las estructuras verdes del gobernador, algunos con historias de corretizas y pleito. Alcalde los conminó a ir “casa por casa” a hacer militantes para Morena. A unos metros, callado, Andrés López Beltrán, secretario del partido.
Ante los medios, Alcalde no emitió declaraciones de rompimiento. Fue cauta. Sí dijo que buscan crecer y conseguir ser la opción que cambie las vidas de los potosinos. Y no dijo que lo quieran hacer con el Verde.
Ahí estaba, como quinceañera sonriente, la dirigente estatal, Rita Ozalia Rodríguez Velázquez, enviando abrazos desde lo alto, feliz. El vínculo familiar le ha dado una fuerte proyección entre los suyos. Se necesita ser imbécil si se aspira a un cargo por el partido oficialista e ignorar a la hermana de la secretaria de Gobernación y amiga de la jefa del ejecutivo federal.
Otro jugador en Morena recorre el estado, en especial la Huasteca. El empresario proveedor de Pemex Gerardo Sánchez Zumaya. Se ha pagado un espacio en la revista Forbes como inversionista de éxito. Desconocido hasta hace un par de años en la capital del Estado, hizo ronda de reuniones con dueños y directores de medios. Lo más importante: entró a la disputa territorial con visitas a localidades donde se presenta a la gente con apoyos y soluciones costeadas por él. Se metió a un asilo de ancianos en Ébano. Y a los pocos días va con campesinos de La Trinidad, en la reserva de bosque de niebla de Xilitla.
En campaña abierta, Sánchez Zumaya acusa al gobernador de haber detenido sin razón a escoltas de su padre y de provocarlo. Originario de Tanquián, en la Huasteca, Sánchez Zumaya critica en videos el costo de los conciertos gratuitos del gobierno gallardista, sus eventos y sus políticas.
Morena no pivota tanto sobre ideas, sino sobre una autoproclamada superioridad moral “con el pueblo” y un beneficio masificado en “cash” directo al bolsillo de votantes de más de 65 años y jóvenes “ninis”. Y el Verde de Gallardo es populismo territorial fincado sobre “apoyos” en despensas, uniformes escolares y espectáculos gratuitos.
Sánchez Zumaya apoyó a varios candidatos a alcaldes de la Huasteca que ganaron. Los ediles desconfían hasta de la Guardia Civil Estatal. La aspiración de Gerardo es ruidosa: quiere ser gobernador y está en campaña desde ahora. Las hermanas Rodríguez Velázquez y Sánchez Zumaya no actúan en concierto con él, pero sí están haciendo ruido al control político del gobernador en una zona de presencia morenista. Ya no está al frente de Morena Mario Delgado, el dirigente nacional que en San Luis impuso líneas rojas al avance morenista en beneficio del aliado Gallardo.
“El 2027 en San Luis pasa por la Huasteca”, pronostica un viejo navista que recuerda a Rosa Icela Rodríguez como una joven reportera de La Jornada en el periodo efervescente de 1991, acompañado al enviado especial Alejandro Caballero, el autor de “Salvador Nava, las últimas batallas”.
Si es así, el momentum de 2027 en San Luis poco tendrá que ver con el de 2024. Gallardo Cardona y su franquicia verde enfrentarán otros referentes y nadie asegura que les funcione un refrito de imponer que nada existe más allá de ellos.